Ramón Pérez Maura
La ecuación
Gracias a su actitud, Sánchez ha dado oxígeno a los trabucaires para que le espeten la cal de Felipe
«Después de todo, todo ha sido nada»
José Hierro
Jugar con trampas sólo conduce a quedar en ridículo. La ecuación que intentaban hacer Pedro Sánchez y Albert Rivera no sumaba ni para los legos en matemáticas -como el arriba firmante-. Sánchez sabía que podía armar una mayoría pluripartidista de reforma. Una mayoría con objetivos y tiempos tasados en la que el PSOE y Ciudadanos se entendieran con el PP. Pero no lo quiso. Podía haber armado una alternativa de izquierda radical en la que él se hubiese presentado como la fuerza moderadora, como el hombre de Estado frente a los radicales de Podemos y algún extremista como los del mudo Rufián. Pero tampoco. Buscó la combinación que le garantizaba la exposición sin posibilidad de elección. Dos días de televisión y periódicos sin contestación el primero y con muchas horas de debate el segundo. Sólo para demostrar que él es un líder. Un líder de la nada, porque, después de todo, eso es lo que ha habido: nada.
Es absurdo negar la evidencia. Sánchez sabe perfectamente que podía haber contribuido a armar un Gobierno en base a la legítima posición que le habían dado los españoles: 90 escaños, segunda fuerza. Para las reformas constitucionales era imprescindible. Pero eso le importa una higa. Sólo aspira a que no le quiten la silla. Y gracias a su actitud ha dado oxígeno a los trabucaires para que unos le espeten la cal de Felipe González y otros las andanzas de Armada y Milans del Bosch -que, hasta donde me alcanza, cuentan con nula empatía dentro de la Cámara, salvo la de quien les menciona al que le gustaría que su memoria no muriese nunca.
Uno de los grandes beneficiarios de este debate ha sido Albert Rivera porque, con mejor diagnóstico, se ha aplicado la misma medicina que Sánchez. Apostó a fórmula de perdedor con la seguridad de una gran exposición. Sabía además que con la limitada oratoria de Sánchez él iba a quedar como el séneca de la oposición a Rajoy. Porque, si bien el verbo de Iglesias puede ser más florido, lo que no representa es una fórmula válida. Pero la cuestión ahora para Rivera es cómo capitaliza sobre el resultado de ayer -que previsiblemente variará poco el viernes-. Se ha alineado junto al PSOE con un entusiasmo que habrá que ver cómo es valorado por muchos de esos votantes que te decían en diciembre que ellos estaban «cabreados» con Rajoy y que votaban a Rivera para que le hicieran un contrapeso -apoyándole-. Lo que habrá que ver ahora es si esos votos que recibió Rivera están de acuerdo con esta política que ha respaldado Rivera con entusiasmo: la de un candidato que sólo quiere desmontar las reformas que nos han dado cierto progreso en estos últimos cuatro años. ¿De verdad cree algún votante de Rivera que las políticas de Sánchez nos van a dar una España mejor? ¿En qué?
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