El batallón de los perplejos
El doctor Plagio se pone las botas
Sánchez no ha encontrado mejor «lumbrera» a la que copiar que Zapatero. Lo está calcando, con el riesgo de que deje un destrozo similar en España cuando se vaya
Teme este sufrido batallón de asombros cotidianos que en Sánchez no habite ninguna idea original, más allá de la «originalidad» de abrir su mandato cambiando el colchón de La Moncloa, y no solo por contarlo sino por alardear de ello como gesto fundacional del sanchismo en el libro que le escribió una secretaria de Estado. Acostumbrado al plagio, está calcando punto por punto el desastroso guión que siguió en sus dos mandatos Zapatero, probablemente la mayor calamidad gobernante que le haya caído en desgracia a España desde el arranque de la democracia. Postureo feminista, arcangélicos propósitos humanitarios, gastadero a manos llenas o esa memoria histórica para «a ver si de una vez por todas le ganamos la guerra a Franco»...
Dos ejemplos más de ese plagio descarado, tan aparatoso como los rescatados del «Rincón del vago», nos han llegado esta misma semana de «entre elecciones», que para ser este -según «la banda del lazo amarillo»- un país donde las libertades están tan en peligro de extinción como el lince ibérico, no dejamos de votar, actividad a la que se suman entusiasmados esos independentistas que tanto lloriquean porque aquí «no hay democracia». Si Zapatero hizo un desplante a todos los estadounidenses despreciando su bandera y ordenó la retirada de las tropas de Irak, unilateral y sin previo aviso a los socios, Sánchez acaba de mandar a la fragata Méndez Núñez que se dé la vuelta y abandone la formación naval que escoltaba al portaaviones Abraham Lincoln. Así, de la noche a la mañana y arguyendo simplezas de gran calibre, como que la tripulación tiene que ir a votar a un consulado de la India o que, en realidad, la fragata de la Armada estaba dando la vuelta al mundo para conmemorar el V Centenario de la primera circunnavegación de Magallanes y Elcano. Resultado de la maniobra: él queda bien ante ese electorado progre mientras deja en muy mal lugar la imagen de España, como un aliado que se escaquea de sus compromisos, además de comprometer el prestigio que los militares españoles se han ganado -con su esfuerzo, talento y caídos en acto de servicio- en mil y una misiones internacionales.
También esta semana Sánchez ha comenzado a copiar, en un primer borrador, el esquema «federalista» que, como modelo de Estado, Zapatero dejó esbozado en el mayor error de ese aguacero de pifias que heredamos todos del gran «estadista» leonés: la llamada cuestión territorial. Ya saben, que si «el concepto de nación es discutible y discutido», que si la «nación de naciones», que si el «federalismo en red o el asimétrico» y el resto de barullo mental que tenía ese hombre en la cabeza. De puño y letra de Zapatero salió aquel Estatuto de Cataluña inconstitucional, escrito al alimón con Artur Mas. Resultado: ZP quedaba como el campeón del consenso y el talante, mientras que metía España en el descomunal lío separatista en el que nos hallamos.
Incapaz de leer bien la historia, Sánchez pone ahora al frente de las Cortes a dos federalistas de manual. Meritxel Batet y Manuel Cruz. La primera ha defendido hasta en tres ocasiones la celebración de un referéndum de independencia, además de desear que los presos golpistas salgan de la cárcel; y el segundo tiene firmado que «pertenecer a España no debe ser una obligación perpetua» para Cataluña. Pues estos son los dirigentes que quien se hace llamar «Pedro el guapo» ha enviado a presidir el Congreso y el Senado, las Cámaras donde reside la soberanía de los españoles. ¿De verdad que no había más lumbrera que Zapatero a la que plagiar?