Dios salve al Brexit
May ha pasado de presentar una hojita de ruta que iba a misa y nadie discutía a ser testigo, como de tantas cosas que no sabe o puede controlar, de una desbandada de ministros
![Theresa May primera ministra británica](https://s3.abcstatics.com/media/opinion/2018/07/10/may-kQ6E--1248x698@abc.jpg)
Preparado para echar la tarde con el bautizo del tercer hijo de los Duques de Cambridge, el público británico tuvo ayer que cambiar de planes y de cadena para seguir un nuevo episodio del serial del Brexit, realizado en directo, como el final de «Velvet». Es lo que tienen los referéndums de acción y reacción: le preguntas a la gente desde la cabina si quiere marcha y lo más normal es que se ponga como una moto, sobre todo en las zonas rurales de Cataluña o de Inglaterra, paisajes donde nunca pasa nada y hay ganas de todo. Dos años después de la consulta del Brexit, el Gobierno de Theresa May no sabe cómo va a terminar la fiesta. Ayer lo reconoció en la sede del Parlamento, donde la premier defendió el método de la improvisación -«en todo este tiempo he escuchado cualquier posible idea y cualquier posible versión del Brexit», dijo- con el que se ha conducido por el callejón sin salida que trazó su antecesor, el iluminado David Cameron.
En poco más de 48 horas, lo que dura un fin de semana de ajetreo y resacón, May ha pasado de presentar una hojita de ruta que iba a misa y nadie discutía a ser testigo, como de tantas cosas que no sabe o puede controlar, de una desbandada de ministros. Los que se van le echan en cara su flojera negociadora y ella se defiende culpando a la UE, donde el desconcierto aumenta en función del creciente despropósito de Londres, ciudad en la que lo mismo bautizan a un bisnieto de Isabel II que ofician el funeral preventivo por un Brexit que -dice Boris Johnson- se está muriendo. Theresa May anda más preocupada por sobrevivir a su ya exministro de Exteriores que por elaborar una propuesta viable y mínimamente rigurosa que salve a su país del desastre. Con que Dios salve a la Reina, que ayer ni siquiera fue al bautizo del niño de Guillermo y Catalina, van despachados.
Es lo que tiene la democracia de reacción y acción, que cada uno va a lo suyo mientras la gente se excita y se toma en serio la fiesta, completamente privada. Ver a Quim Torra en La Moncloa, apalabrando no se sabe qué y cómo, debería ser un ejemplo para los conservadores de Londres. A largo plazo, el negocio del nacionalismo consiste en eso. A May y Johnson les falta entusiasmo para seguir estimulando a su público con la idea de una ruina inexplicable.