Desbandada
Quien se lleva la palma en este baile de máscaras es Colau, que se ha deshecho de los socialistas y se acerca al nacionalismo
El secesionismo catalán se halla en plena desbandada, con el jefe huido a Bruselas en busca de apoyos que no encuentra y sus huestes intentado salvarse cada uno como puede. Con decir que ese jefe admite que hay otras salidas que la independencia y prácticamente el entero nacionalismo reconoce que no estaban preparados para la república catalana, está dicho todo. ¡ Pues anda que han tardado en darse cuenta ! Aparte de haber mucho más. La vieja Convergència cambia otra vez de nombre cara a las próximas elecciones. Esquerra Republicana se distancia de ella como si temiera el contagio. La CUP, que no iba a presentarse, se presenta naturalmente, aunque se ha acercado nada menos que a Puigdemont, en un intento desesperado de ocultar las barbaridades que le obligó a cometer. Los socialistas buscan afanosamente «personalidades de prestigio» para suplir el que han perdido con sus equidistancia y Podemos ha renunciado a competir en solitario, fundiéndose con sus gemelos nacionalistas. Aunque quien se lleva la palma en este baile de máscaras es Ada Colau, que en un doble salto mortal se ha deshecho de los socialistas y se acerca al nacionalismo. ¿Es la alcaldesa de Barcelona independentista o no? Pues no y sí, como ella misma dice, al ser, sobre todo, «colauista». Ocurre a la inmensa mayoría de los líderes catalanes. Únanle la infinita capacidad de mentir que les otorga el izquierdismo por un lado y el nacionalismo por el otro, y entenderán el formidable lío que allí se ha armado. El famoso camarote de los hermanos Marx, con la voz que se oye de tanto en tanto «¡Y un huevo duro!», sería la imagen más próxima.
¿Qué podemos hacer ante ello? La tentación es dejarles que se destrocen entre sí, ya que nunca burgueses y anarquistas han podido convivir, ni comunistas y socialistas lo han logrado. Pero no podemos seguir como espectadores esa batalla campal de la que Cataluña saldría hecha añicos. Ni siquiera podemos permitirnos el gustazo de decirles «¿Veis como sois incapaces de gobernaros?». No podemos porque Cataluña es parte de España y sufriríamos también las consecuencias . También cantar victoria nos está prohibido. Una victoria sobre los compatriotas nunca es victoria. En el mejor de los casos, es media derrota. En el peor, dos derrotas. ¿Entonces, me preguntarán, qué podemos hacer, seguir como estábamos y aquí no ha pasado nada? Tampoco. Aquí han pasado muchas cosas y muy graves para quedar impunes. Los jueces serán los encargados de dilucidar responsabilidades y fijar las penas que corresponden a quienes han violado las normas de convivencia. En lo único que tienen razón los nacionalistas que echaban todas las culpas a los «españoles» es en que, por vez primera, admiten que «ha habido errores de todos». Cierto. Pero unos han errado más que otros. Tendrán que decidirlo, como digo, los tribunales, si queremos tener un país normal, un país serio, un país moderno. En la Tercera de mañana intentaré abordarlo con la amplitud necesaria y en la medida de mi capacidad, no infinita.
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