Daniel Berzosa - Tribuna Abierta

Acoso, derribo y ejemplaridad del Rey Don Juan Carlos

Daniel Berzosa

Es seguro que el Rey Don Juan Carlos tiene muchos defectos. ¿Quién no los tiene? Pero es más seguro que, por encima de ellos, tiene una virtud que se sobrepone a todos. Se trata de su amor por España; amor a su —nuestra— Patria, al pueblo español, en toda su extensión, singularidad y variedad. Y esto es precisamente lo que no le perdonan a Don Juan Carlos; como no se lo perdonan al Rey, su hijo, Don Felipe VI; el verdadero objetivo de este inmisericorde acoso y derribo político y mediático del Rey Padre, que, hoy, ha desembocado tristísima y terriblemente en el anuncio de que va a abandonar España por decisión propia. Eso, su amor a España, y ninguna otra cosa. No se trata de su posible lujuria, ni de su posible codicia; que, además, jamás han afectado a sus funciones y misión como Rey en 39 años de reinado.

Sin su poder y su voluntad no se habría abierto rápida y felizmente el camino a la democracia en España. Sin la admiración que causaba en el exterior y el despliegue internacional que lideró, España no habría ocupado el lugar que, durante todos estos años, ha ocupado en el mundo. Sin su forma ejemplar de ejercer la misión que la Constitución asigna a la Corona y a su titular, los españoles no habríamos disfrutado de las libertades y el bienestar de que hemos gozado durante todos sus años de reinado.

Ejemplaridad, está bien, sí; pero, por un lado, hay que tener cuidado con el grado de exigencia (¿quién podría soportar la perfección que se le exige a Don Juan Carlos, de Pedro Sánchez abajo?) y, por otro lado, ¿de qué ejemplaridad estamos hablando? ¿La ejemplaridad como Rey, pública, o la ejemplaridad moral privada? De la primera, hay un acuerdo general, exceptuados, claro es, sus odiadores (no solo de él personalmente, sino de la monarquía parlamentaria), en que es admirable, excelente, óptima.

Don Juan Carlos se va; pero aquí se quedan los etarras y sus secuaces; los independentistas y sus tribus; los Pujol y todos los del 3 %; los de los 680 millones de los ERE de Andalucía; el misterio de las maletas de Delcy; los millones que Irán y Venezuela dieron al Emporio Iglesias y la tarjeta de Dina; la red que abusó de los menores custodiados en centros públicos de Baleares; los que gritaron con sonrisa irresponsable: «En el 8-M nos va la vida» y los 50.000 muertos del coronavirus.

Los que han condenado y condenan al Rey Padre, sin ni siquiera haberse celebrado un juicio justo; los que han callado y callan ante el inhumano acoso y derribo del Rey Don Juan Carlos, después de haberse beneficiado de sus servicios a España, serán condenados de una forma u otra dentro de unos años; porque deberán serlo.

Don Juan Carlos se va. Ganan por ahora los que quieren derruir el Reino de España en una república plurinacional. Nunca imaginaron tenerlo todo tan fácil y tan rápido.

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