«Cuñadismo» en el cortijo andaluz

La Faffe no solo sirvió para «financiar» las fiestas en prostíbulos: también repartía tarjetas de crédito y adjudicaba contratos irregulares a familiares y simpatizantes socialistas

El exdirector de la extinta Faffe Fernando Villén tras declarar en el juzgado de Sevilla haber gastado casi 32.000 euros en prostíbulos con su tarjeta de la fundación pública EFE

ABC

LA información que hoy revela ABC, basada en informes de la Guardia Civil, sobre la red de enchufismo en la Junta de Andalucía resulta mucho más que escandalosa. La Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo (Faffe) no solo sirvió para «financiar» las fiestas de antiguos altos cargos en prostíbulos. También repartía tarjetas de crédito opacas a diestro y siniestro, adjudicó hasta 8.844 contratos irregulares a familiares y simpatizantes socialistas, y empiezan a emerger adjudicaciones irregulares por un total de cincuenta millones de euros. Sirvan dos ejemplos vergonzantes de para qué servía la Faffe realmente: un exalcalde enchufado se pasaba el día durmiendo y leyendo el periódico en el trabajo, y otro antiguo edil del mismo partido llegó a cobrar más de medio millón como «director de Asuntos Exteriores» de la Faffe, que era un organismo inexistente. El fraude masivo de los falsos ERE ha sido el escándalo de corrupción institucional más grave de la democracia, calculado por jueces y fiscales en más de ochocientos millones de euros. Pues bien, el de la Faffe es la continuación de un escándalo igual de abusivo, con un añadido: el de la inmoralidad que supone gastarse el dinero ajeno en prostitución.

El sistema implantado en la financiación y gestión de la Faffe reincide en un modelo definido desde hace décadas por el clientelismo y la distorsión de los genuinos intereses de los andaluces. No en vano, Andalucía es la única autonomía en democracia gobernada ya durante 37 años por un solo partido, el PSOE, y su red de clientelismo sigue funcionando a la perfección. Políticamente, Andalucía sigue siendo un inmenso cortijo del PSOE en el que la utilización de dinero público, contablemente maquillado como coartada para la ejecución de acciones sociales bienintencionadas, siempre fue, y sigue siéndolo con Susana Díaz, una práctica discrecional basada en el favoritismo y el nepotismo más burdos. La palabra «regeneración» en boca de Susana Díaz, y también de su hasta ahora socio de legislatura, Juan Marín, de Ciudadanos, suena a sarcasmo.

Los sondeos previos a las elecciones autonómicas que acaba de convocar Díaz vuelven a premiar al PSOE, sin poner en duda su triunfo en las urnas. La única alternativa posible a casi cuarenta años de abusos socialistas en la Junta sería una suma de escaños de PP y Ciudadanos, pero es complicado que las cuentas puedan cuadrar. Ciudadanos se ha sentido muy cómodo como subalterno de Díaz y todo apunta a que nada cambiará en este paraíso de la corrupción. Conviene preguntarse una vez más por el trabajo de la Intervención General del Estado en Andalucía. La supervisión y el sometimiento a la legalidad son criterios previos a cualquier enjuague, salvo en Andalucía, donde ya nada parece resultar escandaloso.

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