Editorial ABC
Cumbre esencial para España
Esta sobreactuación de Torra y Urkullu, despreciativa con el resto de españoles en aras de una pretendida superioridad, es una muestra de egoísmo inexplicable
La reunión de presidentes autonómicos convocada hoy en La Rioja por Pedro Sánchez está llamada a ser una cita relevante, trascendental en realidad, para reforzar al máximo la coordinación conjunta en unos momentos en que, de nuevo, el crecimiento de brotes víricos empieza a ser preocupante. La cita debe servir además para limar asperezas ideológicas, para que los presidentes asuman con responsabilidad y criterio solvente la vocación de servicio público de todas las administraciones, y para mostrar generosidad, solidaridad y empatía mutua en la gestión del fondo de reconstrucción de la UE. Siempre es buena noticia que las autonomías se citen, se miren a la cara y aparquen reproches, y desde esa perspectiva la iniciativa de Sánchez -refrendada por el Rey con su presencia- es impecable porque España se halla en un momento crítico. Por eso es inexplicable que el presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, y el lendakari vasco, Íñigo Urkullu, hayan renunciado a acudir. Los condicionamientos identitarios y su obsesión por desmarcarse de todo lo que sea útil para proteger a España son un error. Es anteponer las exigencias ideológicas priorizando su sentimiento separatista sobre el bien común y sobre nuestras necesidades sanitarias y socio-económicas.
España se sostiene tanto sobre el País Vasco y Cataluña como esas dos autonomías sobre España. Forman parte de un proyecto colectivo, de una historia común y de un mayoritario sentimiento de arraigo y pertenencia a una nación. Deberían ser más autoexigentes, más solidarios en estos momentos tan delicados, y no incurrir en ejercicios de deslealtad que no conducen a ninguna parte. Ni siquiera, en el caso de Torra, aunque esté de precampaña permanente en una de las autonomías más afectadas por la crisis. Sánchez tiene la obligación de explicar a las comunidades su proyecto para la reconstrucción de España. Pero es que además es una obligación moral proteger la salud pública de todos, sean catalanes, vascos o murcianos; y también pactar una organización sanitario-asistencial cada vez más eficaz, dejando de lado rencillas políticas y agravios comparativos. Por eso, esta sobreactuación de Torra y Urkullu, despreciativa con el resto de españoles en aras de una pretendida superioridad casi étnica, es una muestra de egoísmo inexplicable. Demuestra una falta de lealtad institucional en virtud de la cual se apropian de sus ciudadanos, negándoles representación en un órgano esencial para evitar muchos de los errores que se han producido con la pandemia. España no necesita más sectarismo excluyente, porque esto no es una batalla por las ideas, sino una guerra contra un virus. Y el Estado autonómico necesita clarificar y unificar normas, evitar confusión en los ciudadanos, dar certidumbre al tejido productivo, y ganar en voluntad común. Aunque se empeñen en lo contrario, España solo está completa con Cataluña y el País Vasco colaborando.