Editorial ABC

Cuestión de dignidad para el PSOE

Es inexplicable la indolencia socialista ante la extrema izquierda. Las elecciones se ganan por el centro y la moderación y en este espacio no hay sitio para personajes como Iglesias y Colau

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta, Cristina Narbona EFE

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Una de las características más llamativas del PSOE es que toda la dignidad que aparenta tener frente al Partido Popular la pierde ante la extrema izquierda. Desde que comenzó la fase final del desafío independentista en Cataluña, Podemos y «los comunes» de Ada Colau no han hecho otra cosa que insultar y descalificar al PSOE, castigo que aguanta de forma inexplicable sin reaccionar políticamente, como debería hacerlo un partido con autoestima. En Francia nadie quiere pactar con el Frente Nacional. En Alemania nadie quiere pactar con AfD. En general, los partidos extremistas antidemocráticos y antisistema reciben el grado de marginación que merecen. Pero en España, los socialistas no tienen reparos en pactar con populistas de extrema izquierda, tan antieuropeístas y complacientes con la violencia -ahí quedan sus apologías a la dictadura de Maduro- como los de la extrema derecha europea. Incluso una política de tan escaso nivel como la concejal madrileña Rommy Arce, de Ahora Madrid, además de insultar al Diccionario, pide «no subalternizarnos al PSOE», cuando son los votos socialistas los que la han puesto en el gobierno municipal de la capital de España. El antecedente de la ruptura en el Ayuntamiento de Barcelona es un torpedo contra el crédito político del PSC y del PSOE en su conjunto. La capacidad de los socialistas para encajar humillaciones de la extrema izquierda no es un ejemplo de resistencia, sino de debilidad política y de falta de audacia para romper una dinámica de la que no están obteniendo ningún beneficio. Los socialistas no han asumido que su escoramiento hacia la extrema izquierda y su pasividad ante los desplantes que esta le dedica resultan incompatibles con la aspiración del PSOE a gobernar y liderar España. Un partido con estas ambiciones no se deja maltratar. A veces es mejor una oposición digna que una coalición de gobierno tóxica.

El conflicto en Cataluña emplaza al PSC y al PSOE a tener la clarividencia que les falta desde los nefastos tripartitos presididos por Pasqual Maragall y José Montilla, detonantes de una competición soberanista que alumbró un Estatuto inconstitucional y el posterior despropósito. Cuando los socialistas quisieron ser como los nacionalistas y propusieron en 2003 una reforma estatutaria que reconociera a Cataluña como nación, abrieron una caja de Pandora que ahora tendrían que cerrar definitivamente con una apuesta clara por la Constitución y el Estatuto. Las elecciones se ganan por el centro y la moderación, y en este espacio no hay sitio para personajes como Iglesias y Colau, situados en los márgenes de la democracia parlamentaria. El PSOE ya sabe quiénes y qué quieren estos personajes: la demolición del sistema de 1978 y la fagocitación del socialismo. Es inexplicable la indolencia socialista ante la extrema izquierda.

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