Cuando quien cayó fue Serrat
Aquella noche, Sabina asumió la parte de Serrat y dio un conciertazo. Interpretó las mejores canciones de su repertorio con insólita vitalidad y se llevó el Sant Jordi por delante
Ahora que de todo hace 20 años, como diría Jaime Gil de Biedma, me viene al recuerdo el concierto que Serrat y Sabina –entre otros amigos como Ana Belén, Víctor Manuel o Quico Pi de la Serra– tenían que dar el 29 de junio de 2011 en el Palau Sant Jordi de Barcelona en homenaje al maestro Josep Maria Bardagí, que había fallecido el mes de febrero de aquel mismo año. Serrat participó con normalidad en las pruebas de sonido pero poco antes de dar comienzo el espectáculo causó baja por una angina de pecho. Fue inmediatamente ingresado en el Hospital Valle de Hebrón, y aunque nunca se llegó a temer por su vida, el chascarrillo de la noche fue el díscolo, el que no se cuidaba, el que él mismo presumía de abusar del alcohol y las drogas, ahí estaba con su mala salud de hierro; y el prudente, el razonable, el esposo y padre de familia estable, es el que finalmente había dado el susto.
Aquella noche, Sabina asumió la parte de Serrat y dio un conciertazo. Interpretó las mejores canciones de su repertorio con insólita vitalidad y se llevó el Sant Jordi por delante. Fue generoso en bises, en simpatía, en jovialidad. Eso fue hace 20 años. Todos éramos 20 años más jóvenes. Esta noche Serrat no se ha atrevido a afrontar el concierto en solitario, como hizo Sabina cuando quien tropezó fue él. Nos vamos poniendo viejos: no sólo nuestros ídolos, aunque se lo notemos más a ellos. De hecho, lo primero que nos preguntamos al conocer la noticia, no es si se había hecho daño, sino si se había muerto. En el fondo, estos conciertos a dúo eran una forma de no aguantar un concierto entero, y de esquivar en activo a la calavera. También Jaime Gil de Biedma lo dice: «ay, el tiempo, ya todo se comprende». Seguramente el próximo tropiezo nos costará escribirlo un poco más allá de que se nos enfríe la cena.