Contra Rajoy nos iba mejor

Es muy fácil trazar hermosos planes basados en la libertad, igualdad y fraternidad, pero llevarlos a la práctica resulta muy difícil

José María Carrascal

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Visto el desbarajuste que reina en la izquierda, que no se reduce al Gobierno, sino que incluye el amplio círculo de seguidores, le viene a uno a la memoria aquello que decía al llegar la democracia: «Contra Franco nos iba mejor». No sin motivos, pues atraviesa uno de los peores momentos de su historia. La improvisación, osadía e infantilismo obligan al Gobierno a contradecirse cada dos por tres. No lo atribuyo, sin embargo, a la malignidad de la frasecita (entre otras cosas porque contra Franco la izquierda no lo pasó nada bien) sino por el cambio de los tiempos. Nada es lo que era y el famoso principio de Andreotti «gobernar desgasta, pero más desgasta la oposición» ha dado la vuelta y, hoy, lo que desgasta es gobernar, por una razón muy sencilla: porque los problemas actuales que son globales, la migración, los déficit, el terrorismo islámico, no tienen solución a escala nacional. Es como, una tras otra, las iniciativas bonitas del Gobierno Sánchez han ido cayendo como fichas de dominó. Ahí tienen el tortazo que se ha pegado con el Aquarius, el inoportuno impuesto a la banca, la metedura de pata con la defensa del juez Llarena, el lamentable episodio de las «trabajadoras sexuales» y el resbalón con la venta de bombas a Arabia Saudí, que ha dejado al Gobierno en pelota picada, pues pone en peligro la venta posterior de cinco corbetas, 1.813 millones de euros de factura y trabajo para miles de operarios en los astilleros en Cádiz y Ferrol durante años. Y con las cosas de comer no se juega. Los trabajadores se han puesto en pie de guerra y el Gobierno bonito se encuentra entre dos alternativas a cada cual más fea.

Es el drama eterno de la izquierda: pasar de lo ideal a la realidad. Es muy fácil trazar hermosos planes basados en la libertad, igualdad y fraternidad de los hombres (y mujeres), pero llevarlos a la práctica resulta muy difícil, excepto en dictaduras que convierten los Estados en campos de concentración. La única política democrática humana es la diseñada por Bismarck: «El arte de lo posible». Conjugar todos los factores nacionales e internacionales en un momento dado y elegir lo menos malo. Pero si elegimos lo mejor, la morrada es de campeonato. Sánchez se ha pegado ya unas cuantas, aunque ha tenido la habilidad de dejar que se las dieran a sus ministras en vez de a él («ahí me las den todas»), pero hay situaciones en las que no podrá escurrir el bulto: la exigencia de un referéndum de autodeterminación de los nacionalistas o disparar el techo de gasto para dar cabida a todos los «gastos sociales» que le pide Podemos. Y depende de ellos para seguir gobernando. O haciendo que gobierna, es igual. Él, de momento, se aferra a su as en la manga: sacar a Franco de su mausoleo en el Valle de los Caídos . Alancear muertos. Por tan tontos nos tiene.

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