Editorial ABC
Fin a la coartada de Sánchez con Franco
Los criterios favorables o contrarios a la exhumación ya sobran, en la medida en que existe una resolución judicial que debe respetarse y que es de obligado cumplimiento y acatamiento.

La decisión del Tribunal Supremo de autorizar la exhumación de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos ha sido unánime. El Gobierno de Pedro Sánchez creó una normativa ad hoc para poder cumplir con su promesa, y ahora el criterio del Alto Tribunal -a la espera de lo que puedan dictaminar el Tribunal Constitucional y el Tribunal Europeo de Estrasburgo, si se da el caso- tendrá que ser ejecutado. Incluso, el Gobierno ya ha anunciado que lo hará con celeridad para no interferir en la campaña electoral. Los criterios favorables o contrarios a la exhumación ya sobran, en la medida en que existe una resolución judicial que debe respetarse y que es de obligado cumplimiento y acatamiento. El caso entra en una nueva fase en la que pretender perpetuar una discusión ideológica sobre la justicia o injusticia sentimental de la decisión carece ya de mucho sentido. El PSOE, y con él la izquierda en bloque, han utilizado la memoria histórica a capricho, con un criterio de sectarismo muy señalado y con intereses puramente electorales. Se trataba de resucitar el guerracivilismo como coartada para abordar algo que no era una prioridad social.
Importaban más la vendetta emocional, el revanchismo tardío y la fractura de la sociedad con un argumento divisor que la pura legitimidad administrativa de una decisión política. Pedro Sánchez ha impuesto su criterio, pero ahora debe dejar de seguir sosteniendo a Francisco Franco, fallecido hace 45 años, como el principal problema de nuestra sociedad, como una deuda de la democracia o como un lastre para la convivencia. Hace mucho que España superó todo lo que Pedro Sánchez ha querido resucitar por interés propio.