Editorial ABC

Claudicar ante una extorsión

Asegurar una consulta a ERC es tanto como asegurar al separatismo una capitulación del Estado de Derecho

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Resulta inconcebible que Pedro Sánchez haya aceptado celebrar una consulta ciudadana exclusivamente en Cataluña una vez que la mesa bilateral de negociación entre PSOE y ERC, o por extensión entre La Moncloa y la Generalitat, alcance acuerdos de índole separatista. Y resulta inconcebible, primero, porque Sánchez ha cerrado un compromiso a ciegas, sin conocer a priori cuál va a ser el resultado final de esa negociación, ni si las condiciones del separatismo van a ser obscenamente inconstitucionales, lo cual es previsible. Y segundo, porque Sánchez da por hecho que habrá acuerdos en cualquier caso, un dato que certifica que está dispuesto a forzar las costuras del Estado con tal de que ERC le garantice el mayor tiempo posible en la presidencia del Gobierno. Asegurar una consulta a ERC es tanto como asegurar al separatismo una capitulación del Estado de Derecho en la medida en que no cabe pensar que será para refrendar legal y legítimamente una hipotética reforma estatutaria, sino para autorizar, lo maquille el PSOE como lo maquille, un referéndum viciado por la exigencia de autodeterminación en Cataluña.

Sánchez pretende hacer pasar por legal un referéndum ilegal en el que se negocie la soberanía nacional sostenida por todos los españoles, pero manteniendo a los españoles al margen. Es decir, hurtándoles un derecho regulado en la Constitución. La última «mesa» en la que Sánchez participó con el separatismo fue hace un año en Pedralbes, con Joaquim Torra exigiendo un «relator» para perpetrar una infamia. En aquel momento, fue el propio independentismo quien frustró la voluntad de Sánchez de humillarse. Pero ahora es distinto porque la palabra de Sánchez carece de valor alguno. En los últimos meses se comprometió varias veces a no negociar con separatistas, a garantizar la unidad de la nación, se envolvió en la bandera nacional y hasta se comprometió en un debate público a penalizar la convocatoria de referendos ilegales. Hoy, todo eso ya no es solo papel mojado. Es la coartada para una gestión política basada en mentiras flagrantes y en un desprecio -desconocido hasta ahora en un gobernante- al constitucionalismo mayoritario en España.

Sánchez ha claudicado ante una extorsión con la unidad de España como peaje para regalar un triunfo a la minoría de catalanes que profesa un odio inexplicable al resto de españoles. En condiciones normales, urgiría una reacción de esa parte tan cínica del PSOE que cuestiona el entreguismo de Sánchez pero se somete a sus caprichos de gobernante irresponsable. Según Sánchez, en Cataluña hay un «conflicto político» que solo puede resolverse mediante una consulta impuesta por ERC. Eso sí, sin pasar antes por el filtro de la propia militancia socialista, a la que solo consultó si debía negociar una coalición con Podemos, pero a la que ignora para arrodillarse ante ERC.

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