Editorial ABC

Ciudadanos tras Rivera

La historia debe ser justa con Rivera, no lo han sido las urnas, que se han ensañado con un líder que quiso vivir en la adolescencia de su éxito catalán y no supo entender al resto de España

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La práctica desaparición de Ciudadanos en las Cortes exigía el sacrificio de su líder absoluto en los últimos años. Albert Rivera silenció su futuro en la intervención del domingo, pero ayer lunes fue inevitable dar a conocer su dimisión, ejemplar en un mundo lastrado por el personalismo. La situación era insostenible. Su partido ha perdido 47 escaños y nueve puntos porcentuales en apenas siete meses y casi toda su dirección nacional se ha quedado sin escaño. Es un saldo abrasador para cualquier dirigente, pero más aún para uno que se resistió a interpretar las señales de peligro que avisaban de la debacle de su partido. Rivera ejerció el liderazgo sin oposición reseñable y sus detractores de última hora zanjaron sus discrepancias con el silencio o el abandono, pero no fueron capaces de hacerle sombra. Llegó a la política con el desparpajo de aquel cartel electoral en el que aparecía -casi- desnudo y puso al bipartidismo ante el espejo de sus contradicciones con el nacionalismo. En Cataluña demostró que un concepto militante de España tenía tirón a derecha e izquierda, superando los tópicos de unos y los prejuicios de otros.

Sacó de sus casillas a Pujol y compañía por hablar en castellano en el Parlament y abrió una brecha en el monopolio nacionalista que culminó con su victoria en las autonómicas de 2017, con 37 escaños y más de un millón de votos. Forzó al PP y al PSOE a reubicarse en Cataluña y en el resto de España, aunque se equivocó al pensar que podría asumir el liderazgo del centro-derecha. Ahí empezó su crisis de identidad, porque dejó de disputar al PSOE su sector electoral más insatisfecho sin llegar a ser lo suficientemente convincente para el votante conservador. La historia debe ser justa con Rivera, no lo han sido las urnas, que se han ensañado con un líder que quiso vivir en la adolescencia de su éxito catalán y no supo entender al resto de España.

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