Mayte Alcaraz

En los cenáculos madrileños

Si siigue siendo el segundo, el PSOE podría abstenerse en la investidura de Rajoy

Mayte Alcaraz

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Mariano Rajoy no habla en privado con dirigentes socialistas. En público repite siempre que su interlocutor solo puede ser Pedro Sánchez. Pero en su Gobierno hay ministros y en su equipo parlamentario, diputados (o lo eran), que almuerzan habitualmente con altos responsables de esa formación, con mando no solo en Ferraz sino en autonomías importantes. Esos que durante la campaña de imagen que Pedro Sánchez se autodiseñó antes de su investidura fallida hicieron llegar a La Moncloa ruegos de que Rajoy se abstuviera para que el PSOE gobernara sin necesidad de pactar con los separatistas.

Ahora, con su secretario general echando paladas a su propia tumba política y con cada vez menos apoyos dentro del Comité Federal, son los populares los que sondean en los reservados más chic de Madrid a sus amigos socialistas por la posibilidad, que apuntalan los sondeos, de que el PP sume algún escaño más y que, para su desgracia, el PSOE baje de los rampantes 90 diputados que cosechó el 20-D. En esos cenáculos, los enviados de Rajoy toman la temperatura sobre la buscada abstención socialista en la investidura de Rajoy en julio, que no vulneraría el mandato del comité del pasado diciembre en el que se prohibía a Sánchez gobernar del brazo del PP. Como dijo hace unos días Guillermo Fernández Vara (atención a este nombre, que ha conseguido sacar sus presupuestos gracias a la abstención de PP y Ciudadanos), para la gobernabilidad de España hay «otras fórmulas» que no son la gran coalición, que no termina de convencerle.

Es decir, el tablero político se está jugando, silente pero eficazmente, sobre la hipótesis de que los socialistas, de perder votos en favor de la fulgurante marca que conformarán Podemos e IU, tendrán dos tareas urgentes tras el 26 de junio: botar a Sánchez y no bloquear un Gobierno constitucionalista formado por PP y Ciudadanos. ¿Y qué ganarían los socialistas con esa jugada, además de reivindicarse como el partido institucional y comprometido con la estabilidad de España que reclamó Felipe González durante estos cuatro meses? Sobre el mantel de las conspiraciones madrileñas, los socialistas de pro diseñan una estrategia en la que su partido, una vez franqueado el paso a la gobernabilidad, emprendería una estrategia de oposición dura, a pie de calle, para retomar los espacios sociales y sindicales robados por Pablo Iglesias.

Eso sí, los interlocutores del PP solo manejan esta opción en el caso de que los socialistas continuaran siendo el segundo partido más votado en España. El planteamiento se desmoronaría si la alianza de extrema izquierda consiguiera el sorpasso y el partido que más tiempo ha gobernado España bajara al tercer escalón. Entonces, apuntan los comensales socialistas, vendría la refundación y el abismo. Lo de menos sería la investidura de Rajoy.

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