Editorial ABC

Cataluña agónica

Torra anuncia que seguirá desobedeciendo al Estado, implicando al nacionalismo gobernante en un nuevo episodio de insurrección anticonstitucional

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Cataluña no se encamina a una crisis endémica, sino que vive en ella, a empujones de un nacionalismo tan empeñado en destruir la propia Cataluña y España como a sí mismo. Cualquier catalán con sentido crítico debería aceptar que, si el gobierno de una Cataluña independiente va a estar en manos de personajes como Puigdemont o Torra, es mucho mejor la opción de seguir siendo parte de España. La deriva política de esta comunidad autónoma es un desastre. El presidente -por ahora- Joaquim Torra destituyó ayer a tres consejeros para lanzar mensajes a múltiples bandas, ninguno positivo. Torra hizo una demostración de impostada autoridad a dos semanas vista de que la Sala Segunda revise su condena a inhabilitación por desobediencia. Alejó sin fecha la convocatoria de nuevas elecciones, comprometida para después de la aprobación de los presupuestos catalanes, lo que se produjo en abril pasado. Y retó a sus socios a secundar su propósito de no aceptar su inhabilitación -si la confirma el Supremo-, no presentando un candidato alternativo y mancomunando su desobediencia para que, de nuevo, la ilegalidad como método sea un signo de identidad del nacionalismo catalán. Cataluña está varada en las disputas internas del nacionalismo y, sobre todo, en la inviabilidad del proyecto separatista, que sobrevive en el ambiente únicamente gracias a la táctica del conflicto permanente con el Estado. Cuando Torra anunció que seguiría desobedeciendo al Estado no estaba alardeando de un martirio individual, sino implicando al nacionalismo gobernante en un nuevo episodio de insurrección anticonstitucional.

En este contexto, el Gobierno de Pedro Sánchez concede al nacionalismo el balón de oxígeno de la «mesa de diálogo» con la Generalitat. El hecho de que el presidente del Gobierno la pactara ayer con Gabriel Rufián revela que la reactivación de esta iniciativa es también un pulso de los republicanos a Torra, además de un peaje que el PSOE paga sin escrúpulos para el voto de ERC a los Presupuestos Generales del Estado. Tomen buena nota Ciudadanos y los que en el PP estarían más cómodos negociando con Sánchez no solo la convocatoria de una «mesa» con agenda anticonstitucional, sino también las melosas alabanzas de la portavoz del Gobierno a la actitud «positiva y constructiva» de Rufián. En el inefable esquema de valores del PSOE, Casado está «fuera de la escena política» y los golpistas de ERC son «positivos y constructivos». Cataluña agoniza entre la política letal del nacionalismo y el absentismo de un Gobierno central más interesado en los votos para seguir tirando de legislatura que en la estabilidad constitucional de España. Si había dudas a las razones del «no» de Casado, ayer quedaron aún más despejadas.

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