Editorial ABC

Carta blanca para Johnson

La arrolladora victoria del Partido Conservador despeja la salida del Reino Unido de la UE, pero le complica la política interior en Escocia y el Ulster

ABC

En el referéndum de 2016 se podía haber pensado que muchos de los electores británicos no estaban bien informados para haber tomado una decisión de esas características. Después de tres años en los que el Brexit ha suscitado prácticamente el monopolio del interés de la opinión pública de aquel país, nadie puede decir que ignoraba el significado de votar el jueves a los conservadores y confirmar el liderazgo de Boris Johnson. El estrambótico dirigente político ha logrado en una sola maniobra disipar cualquier resquemor que pudiera quedar sobre el fondo de la cuestión y ha recibido además un espectacular mandato que le otorga prácticamente carta blanca para diseñar la posición del Reino Unido en el mundo, una vez que se haya consumado en las próximas semanas su desconexión. Inevitablemente, mirará a EE.UU. para que alivie sus urgencias comerciales, ya se verá con qué resultado.

Para su victoria, Johnson ha gozado de la inestimable ayuda del líder laborista Jeremy Corbyn, el político menos adecuado para el grave momento histórico que atravesaba su país. Sus posiciones políticas en la izquierda antediluviana y su incapacidad para definir una posición clara ante el elemento central de la discusión, que era el Brexit, han dejado huérfanos a los votantes proeuropeos en el endemoniado sistema electoral británico y han convertido al laborismo en una fuerza irrelevante.

El alivio por el fin de la incertidumbre no debería hacer olvidar que el Brexit será malo sobre todo para el Reino Unido y más concretamente para esas capas de población de los suburbios populares y del interior del país que han respaldado masivamente a Johnson. También será mala la situación en la que queda Escocia, donde los independentistas han logrado prácticamente el monopolio de la representación parlamentaria, lo que inevitablemente suscitará tensiones cada vez más acusadas. Lo mismo puede decirse de la provincia de Irlanda del Norte. En cuanto a Gibraltar, el Reino Unido ha perdido su capacidad de escudarse en su condición de miembro de la Unión Europea para contrarrestar la reclamación española y a partir de ahora cualquier relación de la colonia con la legislación europea pasa por España.

Aunque en la UE se mantiene la voluntad de construir a partir de ahora las mejores relaciones posibles con el Reino Unido, ahora empieza la parte más delicada que será negociarla. Frente a esta fortaleza de Johnson, solo cabe que la UE mantenga la misma unidad que hasta ahora.

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