Tribuna abierta

El dinero no lo es todo

«Para gobernar de verdad, o para sacar el país adelante en lugar de hundirlo, hay que culti­var la propia educación, haber adquirido previamente una sólida cultura, saber utili­zar la ciencia debida­mente, y tratar de obtener la sabiduría»

Carmen de Soto Díez

Corrían los años 60, y para mí lo que los americanos llaman los teen. Estudiaba en la Univer­sidad de la Sorbonne. Una estudiante, de nacionalidad persa, estaba triste y preocu­pada. Salí a su encuentro, cambiamos impresiones, me dolía su estado de ánimo. Le dije: El dinero no hace la felicidad, y me respondió: «Si, pero la falta de dinero sí que hace la infelicidad». Atrave­saba problemas económicos para poder cursar sus estudios, en aquella época las becas no eran tan abundantes.

Dicho esto, quisiera acentuar que: el dinero, ciertamente, no da la felicidad, puede proporcio­nar una situación de tranquilidad cuando los gastos necesarios están cubiertos.

¿Pero qué ocurre cuando además de los necesarios, y me refiero a una vida austera, se llega a nadar en la abundancia? El dinero, la riqueza no sacia, cada vez se va produ­ciendo un vacío y lo material logrado nunca satisface de verdad. Puede proporcionar una satisfacción momentá­nea o temporal, luego un acostumbramiento, seguido de una nueva insatisfacción y, por el deseo de aún más. Sí que llena, dar, salir al encuentro de las personas necesitadas y ayudarles generosamente.

Dejo claro que el ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios, todo lo que vaya por esta línea, satisface, aunque produzca dolor; lo que se sale de ahí, no llena de ver­dad, siempre se querrá más y más. Lo importante en nuestra vida es ir por el camino de la semejanza de Dios, un día y otro, hasta el final; dentro de las dificultades de esta vida perecedera, sí lograre­mos tener una profunda paz.

Terminados mis años «teen», a los 21 tuve la oportunidad de ir a trabajar a los EE UU. Po­dría decirse de “emigrar”. Tardé un cierto tiempo en lograr la Visa de residente, uno de los últimos trámites, consistía en una entrevista personal con el cónsul americano, y allá que fui a Bilbao. Me hizo un serio interrogatorio, del que aún pasados los años me acuerdo, al menos en parte: ¿“Ha sido, es, o piensa ser prostituta”?. ¿Qué diríamos hoy de semejante pregunta……..?

Conseguido el permiso para obtener el visado permanente, emprendí viaje a New York, no sin antes ponerme todas las vacunas requeridas para poder entrar en el país, y llevar a mano los corres­pondientes certificados. Recuerdo que una vez en Kennedy Airport, tras enseñar toda la documentación, me hicieron pasar a un habitáculo, dónde me pusieron otra vacuna adicional, antes de emprender el paso a la puerta de salida. No recuerdo el tipo de vacuna, ni las anterio­res, pero sí que descubrí el brazo izquierdo para que me la pusieran.

Ahora vamos al otro campo: Educación. Cultura. Ciencia. Sabiduría. Con el tiempo, las costum­bres van cambiando. A cualquiera que hoy se le pregunte, lo que le tuve que oír al Cónsul, podría no solo poner el grito en el cielo, sino además demandarle, tal vez por ma­chista, o vaya ud. a saber….

La vacuna que me pusieron antes de llegar a la puerta de salida, o de entrada a ese gran país, para nada era un signo de favoritismo hacia mi persona, sino más bien todo lo contra­rio: asegu­rarse que mis gérmenes o miasmas no entrarían en esa gran nación, una de las más podero­sas entonces, por no decir la más.

Al oír hoy, en muchos medios de comunicación, que las infantas de España: doña Elena y doña Cristina, se vacunaron aprovechando una visita a su padre S M el Rey Don Juan Carlos I. Y que pudo ser, al menos una falta de consideración, dada sus edades. No puedo por menos tacharlos de incultos, por no decir catetos o patanes, y con dos dedos de frente. No soy yo quien ataca, más bien, quién trata de procesar las informaciones que pretenden hacernos tragar.

Otro asunto es el valor que hoy se le da al dinero, y recurro a las circunstancias de mi amiga iraní en el París de los años 60. Nada que ver con el Irán del S XXI.

Nuestro querido y muy respetado Rey Juan Carlos I, ha hecho su segunda regulariza­ción con la Hacienda Pública. ¿Son trámites que lleva él personalmente? Lo dudo pero que muy mu­cho, es más, pondría mi mano en el fuego, que nunca se ocupó personal­mente de esos meneste­res, incluso que podía desconocer todos los teje-manejes. No así, muchos negociantes o políticos, incluyendo alguna falsa “Madre Superiora”, aunque sí, madre de sus hijos, y mu­jer de su marido.

Si SM el Rey Don Juan Carlos I, de nuevo nos ha dado ejemplo, a través de su abogado, ¿por qué no exigimos la misma conducta a tantos y tantos súbditos españoles? No sea­mos hipócri­tas, patanes, jueces ineptos del prójimo, y, ciegos con lo propio. ¡Qué mala es la envidia!

Para gobernar de verdad, o para sacar el país adelante en lugar de hundirlo, hay que culti­var la propia educación, haber adquirido previamente una sólida cultura, saber utili­zar la ciencia debida­mente, y tratar de obtener la sabiduría, que tal vez tengan de modo innato, muchas perso­nas sencillas que no se obcecan con una desmedida prepotencia.

¡Viva SM el Rey Don Juan Carlos, viva nuestro Rey SM Don Felipe VI, y viva España!

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