Editorial ABC

La campaña contra el Rey cuaja en Moncloa

El que cede ante los independentistas es solo Sánchez, pues Iglesias protagoniza una campaña contra la Corona desde el propio Gobierno que no es contestada, ni por supuesto atajada, por la parte socialista del Ejecutivo

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Por primera vez, el acto de entrega de los despachos a la nueva promoción de jueces no será presidido por el Rey. Como no se ha ofrecido razón de causa mayor alguna para que Don Felipe no esté el próximo viernes en la Escuela Judicial, radicada en Barcelona, parece evidente que el Gobierno de Sánchez e Iglesias ha cedido a las exigencias de los separatistas y ha descabalgado al Jefe del Estado de una de las tradiciones institucionales más arraigadas y simbólicas en el mundo de la Justicia junto a la solemne apertura del año judicial. En realidad el que cede ante los independentistas es solo Sánchez, pues Iglesias, además de echarles un capote siempre que puede, protagoniza una campaña contra la Corona desde el propio Gobierno que no es contestada, ni por supuesto atajada, por la parte socialista del Ejecutivo, que así se convierte en cómplice de una estrategia absolutamente irresponsable. El veto al Rey en Cataluña se produce en plena negociación de los Presupuestos con ERC y en presuntas vísperas de la reactivación de la «mesa bilateral» en la que el Gobierno discute con los independentista el futuro de la unidad de España. Da vértigo enumerar los hitos negativos y líneas rojas que ha venido traspasando La Moncloa en esta desquiciada deriva. ¿Hasta dónde va a ser capaz Sánchez de postergar al Jefe del Estado con tal de conseguir que la aritmética parlamentaria le sea favorable para sacar adelante los Presupuestos? Fue incapaz de defenderlo cuando fue insultado por los proetarras en las Cortes y desde entonces todo ha ido a mucho peor. Difícil determinar ahora, por tanto, las cesiones que está dispuesto a hacer el líder socialista. Vaciar de contenido, por ejemplo, el papel institucional del Rey, haciéndole el juego a los separatistas, no invita al optimismo, pero sí mide la falta de principios de Sánchez, para quien el interés general de España siempre es secundario.

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