Pedro Rodríguez

El «bullshit» del Brexit

«Los mejores argumentos parecen evaporarse delante de un oportunista ejercicio de engañosa nostalgia»

PEDRO RODRÍGUEZ

Los seis folios de la carta oficial con la que Gran Bretaña ha iniciado su desconexión de la Unión Europea no tienen desperdicio. Ya sabemos que en diversas latitudes está de moda dejarse llevar por la incertidumbre en lugar de respaldar la oportunidad de un futuro mejor. Y que ante los grandes dilemas del momento, los mejores argumentos parecen evaporarse delante de un oportunista ejercicio de engañosa nostalgia . Con todo, las explicaciones de la primera ministra Theresa May para invocar el Artículo 50 del Tratado de Lisboa no dejan de sorprender.

La principal justificación formulada desde el londinense número 10 de Downing Street es que el referéndum del pasado junio debe interpretarse «como un voto para restaurar nuestra auto-determinación nacional». De acuerdo a la lógica ex post facto destilada por el Gobierno de Su Graciosa Majestad, el Brexit es realmente una cuestión de soberanía y democracia , amenazadas supuestamente porque el ninguneado pueblo británico se ve forzado a seguir reglas impuestas desde fuera del Reino Unido.

Es verdad que cualquier pendejada dicha con acento inglés suena mucho mejor. Sin embargo, presentar el Brexit como una liberación es, como dirían los primos de Estados Unidos, un montón de bullshit . Sobre todo, cuando esa falacia patriotera sirve para desvincular la salida de Gran Bretaña de razones mucho más verosímiles como la resistencia a la globalización, tóxicos recelos identitarios o la desafección que el establishment genera entre suficientes sectores de la sociedad británica.

Desde el siglo XIII, con la Carta Magna, los ingleses tienen una orgullosa tradición de resistir y poner límites a cualquier tipo de poder absoluto. De hecho, existe la teoría de que la relativa seguridad lograda por el Reino Unido durante los últimos siglos es la razón por la que los británicos han podido disfrutar de más libertad, derechos y soberanía que cualquiera de sus vecinos continentales. En estos momentos, el gran problema de Gran Bretaña no es la UE sino su memoria colectiva de grandeza.

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