Un buen momento para el 155
Torra no ha sacado adelante un solo proyecto de ley en lo que va de legislatura; el separatismo ha llevado al Parlament al mismo colapso al que ha conducido a Cataluña
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Como pollo sin cabeza, el separatismo catalán vive un momento de severa crisis interna derivado de la legítima defensa del Estado, encarnada en la acción de la Justicia, para evitar la más grave agresión al Estado de Derecho español desde el 23-F. Por eso, el Parlamento catalán presenta, en el primer año de la legislatura, una inexistente producción legislativa, un marasmo inaceptable que lo convierte en inútil y que supone un notable perjuicio a los catalanes, cuyos asuntos urgentes, lo que de verdad afecta a su día a día, quedan desatendidos. Quim Torra solo ha presentado siete proyectos de ley (y cuatro de ellos heredados del ejecutivo anterior) y ninguno ha sido aprobado. Hasta el ineficaz Puigdemont, una calamidad en el papel de gobernante, superó en su etapa los birriosos números que presenta el nuevo presidente de la Generalitat.
Con un líder prejubilado, otro huido de la Justicia y un tercero incapaz de ser reconocido como tal por las distintas familias del separatismo, el independentismo, que nunca fue socialmente mayoritario, ha perdido todo el fuelle en el Parlament. Con los populistas en el ocasional papel del «tonto útil», los secesionistas prefieren las proclamas retóricas, graves pero meramente gestuales, como pedir la abolición de la Monarquía, un texto que el Gobierno de Sánchez terminó por impugnar ante el TC. Siguen inmersos en la búsqueda de nuevas ocurrencias para recuperar el pulso, cada uno por su lado eso sí. La recuperación del tradicional vigor de la comunidad, generador de empleo, riqueza y bienestar, sigue en un segundo plano, arrollado por el tinglado montado en torno al separatismo.
Es una lástima que Pedro Sánchez esté más preocupado en salvar su legal pero ilegítima estancia en La Moncloa (fruto de su alianza con progolpistas y proetarras, entre otras «joyas» democráticas) que en evitar que el separatismo salve su mal momento y vuelva a tomar bríos. Por eso no se entiende que Sánchez no aplique ya el artículo 155 cuando Torra -hoy por hoy un mero furriel accidental del movimiento secesionistas al que ni ERC ni la CUP pueden ver- proclame una vía única a la independencia con muertos de por medio si fuera necesario. O que anime a los CDR a los sabotajes. O que siga abriendo chiringuitos separatista por el mundo, despilfarrando recursos públicos contra la unidad de España. En vez de aprovechar el momento, Sánchez se aviene a un inaceptable caldoseo con Torra, como la infame cumbre bilateral de Pedralbes. Para enero prepara otra. Ahora ha lanzado al PSC a convencer a los separatistas para que apoyen los presupuestos en las Cortes, ¿a cambio de? Sánchez y Torra ganan tiempo; España, y sobre todo Cataluña, lo pierden.