Ramón Pérez Maura

La broma de las encuestas

La única tendencia en la que acertaron fue en el retroceso de Ciudadanos. A costa de atribuir sus votos a Podemos, una tendencia difícil de imaginar...

Ramón Pérez-Maura

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Mejor no lo expliquen, por favor. Cuando llega la hora de justificar los errores cometidos por los institutos demoscópicos las explicaciones son de alipori. Ahora resulta que el Brexit podía ser un factor porque uno de cada cuatro hogares españoles vio cómo sus ahorros en la bolsa caían un 12 por ciento 48 horas antes de las elecciones y eso no podía preverse en los sondeos electorales que se habían publicado hasta el martes anterior. Dando por buena esa supuesta influencia -sobre la que tengo mis serias dudas-, me gustaría saber entonces por qué las mal llamadas israelitas de todos los institutos no detectaron tampoco la influencia del Brexit en los que ya habían votado el domingo 26.

El problema está en que los medios de comunicación -todos: televisiones, periódicos, radios- hemos comprado una mercancía defectuosa. De la que la mejor muestra fueron las falsas encuestas israelitas. Esa encuesta debe ser hecha a la puerta del colegio electoral. Y de haberse hecho así, sin duda se habrían aproximado al verdadero resultado final. Pero, a la búsqueda del ahorro de costes, las encuestas acaban haciéndose por teléfono y eso, metodológicamente, es un desastre como prueban los hechos.

La utilidad práctica de las israelitas se ha reducido drásticamente. Hoy en día sólo tienen una expectativa de vida informativa de unos 90 minutos como mucho. El tiempo que va desde el cierre de los colegios en la península y hasta que el Ministerio del Interior empieza a dar algún resultado con el 3 por ciento del recuento. Porcentaje que el pasado 26 de junio resultó sorprendentemente parecido al recuento final. Invertir dinero en un producto como es una auténtica encuesta israelita en un país como España, que tiene uno de los procesos de recuento electoral más rápidos de Occidente, representa un gasto que nadie puede permitirse. O mejor dicho, nadie puede gastar lo que hay que gastarse para que el trabajo se haga bien y el resultado sea correcto.

Siempre he sostenido que las encuestas electorales valen para apreciar tendencias más que resultados finales. Y esta vez ni eso. Porque la única tendencia en la que acertaron fue en la de detectar el retroceso de Ciudadanos. Pero a costa de atribuir sus votos a Podemos, que ya es una tendencia difícil de imaginar...

Ni siquiera en el Reino Unido fueron capaces la mayoría de los institutos de anticipar la llegada del Brexit. Y eso que es mucho más fácil anticipar un referendo que el resultado de una elección con el voto troceado por circunscripciones. Pero lo cierto es que esta ciencia de la demoscopia, que a mí ya se me atragantaba en la carrera de periodismo, parece, cada vez más, venta de aire embotellado. Y como le dijo Joaquín Leguina a Carlos Herrera al día siguiente del 26-J, con errores así no se puede pagar la factura.

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