EDITORIAL ABC

La bicefalia nunca funciona

No tiene mucha lógica que PP y Cs anunciasen por separado la designación de sus consejeros. Eso debió ser tarea institucional de Ayuso como presidenta, y no una imposición ególatra de Cs

Díaz Ayuso frente a los medios durante la toma de posesión EFE

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La toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como nueva presidenta de la Comunidad de Madrid ha provocado una noticia buena, y otra menos buena. La primera es que los madrileños no se verán abocados a votar de nuevo porque finalmente ha podido conformarse un Gobierno que mantendrá durante cuatro años a la izquierda alejada del poder autonómico. La menos buena es que la coalición fraguada con Ciudadanos arranca bajo el síndrome de la diferenciación entre partidos, de modo que el nuevo Ejecutivo corre el riesgo de parecer dos Gobiernos separados en uno solo, lo cual es absurdo y solo responde al afán de Rivera por aparentar que perdona la vida a cualquiera que se cruce en su camino. No tiene mucha lógica que PP y Cs anunciasen por separado la designación de sus consejeros. Eso debió ser tarea institucional de Díaz Ayuso como presidenta, y no una imposición ególatra de Cs para sacar pecho de su logro al condicionar la gobernabilidad de los madrileños. Rentabilizar una coalición por separado como si PP y Cs estuviesen en constante competencia bicefálica no tiene sentido. Podrá tenerlo para las direcciones de cada partido, pero no para el electorado, que ha entendido esta alianza entre PP, Cs y Vox como una alternativa pragmática contra la pretendida superioridad moral de la izquierda y contra su clásica incapacidad para gestionar el dinero de todos.

Lo razonable es que estos gobiernos de coalición a nivel autonómico -el andaluz, el murciano y ahora el madrileño- arranquen sin dar la imagen de que han recurrido a un mal menor, o de que se apoyan con la nariz tapada y por necesidad, en lugar de proyectar la percepción de gobiernos fuertes reclamados ampliamente por el ciudadano con mayorías parlamentarias solventes. Es un error que PP y Cs anuncien su reparto de consejeros por separado, como si ahora no formasen parte de un todo al servicio del ciudadano. Primero, porque desde la perspectiva del poder, son un todo. Y segundo, porque es una alianza útil que en el futuro tenderá a reproducirse si Casado y Rivera quieren impedir que el PSOE gane cuota de representatividad.

Madrid es mucho más que un símbolo político, y la consecución de acuerdos entre PP, Cs y un Vox rendido a la evidencia de que no puede beneficiar a la izquierda, ha sido una noticia alentadora frente a la opción del PSOE con el populismo de extrema izquierda. Por tradición, antes o después, Madrid suele abrir a quien gana las puertas de La Moncloa. El pacto de Madrid es bueno para los tres partidos, pero no pueden pretender alentar desde el primer día una sensación de que gestionarán el poder por separado en beneficio de sus propias marcas políticas porque eso solo generará decisiones erróneas, fricciones innecesarias y una imagen de división que solo beneficiaría a la izquierda.

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