Hazte premium Hazte premium

El barco del mal

Atracó el Juan Carlos I y resultó que a los vascos les encantaba

Luis Ventoso

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Supongo que no entraba en los pronósticos de mis padres, pero todos sus hijos coruñeses acabamos casados con vascos (y ahí seguimos, por cierto). Primero fue mi hermana, con un bilbaíno. Luego me tocó a mi, con una donostiarra. Y por fin nuestro hermano mediano, ... tal vez viendo que el cóctel funcionaba, se casó con una bilbaína. La experiencia de dos décadas largas de esta mixtura vasco-galaica es sorprendente. Lo confieso entre avergonzado y perplejo: no sentimos hecho diferencial alguno, ni con nuestros cónyuges ni con sus familias, a pesar de que lucen apellidos tipo Eguinoa y Barrenechea y a los cortos de cerveza los llaman «zuritos». Cuando voy a ver a mi hermano a Bilbao, una ciudad magnífica, veo las mismas tiendas que se repiten en todas las calles comerciales de España e idénticas pintas. La gente habla casi universalmente en castellano; viajan a Madrid por negocios constantemente; esquían en las estaciones de Huesca; se interesan si a Jorge Javier le da un jamacuco, igual que los de Soria, Almería y Palafrugell; y abarrotan el palacio Euskalduna si pasan por allí Sabina o Calamaro... Hay cartelería política, y las inefables pancartas de los «presoak». Los rótulos están en el preceptivo vascuence y por supuesto existen tradiciones y costumbres específicas, empezando por las virguerías de su gastronomía. Pero -y voy con mi segunda confesión- me temo que percibo bastante más hecho diferencial en Lugo que en Bilbao o San Sebastián.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación