Aznar

Es la derecha resentida y malhumorada que cree que el mundo le debe algo, esa derecha que se alimenta del mismo odio que la peor izquierda y que se aleja del centro moderado y fértil desde donde se ganan las elecciones

Efe
Salvador Sostres

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Un coche se adentra por una pista forestal y queda atrapado en un charco. Un payés se acerca a los pocos minutos a remolacarle y le dice: «No se lo tome mal, pero le voy a cobrar cincuenta euros por sacarle, porque me paso el día teniendo que rescatar coches y no puedo hacer mi trabajo». «Vaya», le dice el conductor atascado, «¿y cuándo hace su trabajo? ¿Por la noche?». Y el payés le contesta: «No, no, por la noche inundo el charco» .

Aznar ha dicho que el centro derecha está «desarticulado y enfrentado» , y se ha ofrecido para rearmarlo, pero desde que se fue de La Moncloa, es el que se ha dedicado por las noches a inundar el charco.

Aznar es la derecha resentida y malhumorada que cree que el mundo le debe algo, esa derecha que se alimenta del mismo odio que la peor izquierda y que tensa tanto la cuerda que se aleja del centro moderado y fértil desde donde se ganan las elecciones. Ni a Aznar ni a nadie el mundo le debe nada: y hay que continuar con lo que tenemos, aunque nos dé rabia. Lo peor que al centro derecha puede pasarle, que es a la vez lo mejor que puede ocurrirle a Pedro Sánchez, es que la España negra y Aznar tomen el mando de la oposición, como ocurrió entre 2004 y 2008, cuando el Partido Popular le regaló la centralidad política nada menos que a Zapatero , y sólo así se explica que semejante patán ganara la reelección.

Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno y aunque se pueda discrepar del modo en que ha llegado al cargo, merece la lealtad institucional de cualquier presidente y desde la astracanada y la barbarie no sólo no se le va a destronar sino que se le va a afianzar en el cargo. El PP tiene que continuar siendo en la oposición el partido creíble y útil que ha sido mientras ha gobernado, y cualquier extravagancia para atacar al Gobierno no va a redundar en su demolición sino en su asentamiento, como siempre que intentamos atajos por la vía de la exageración y que no nos conducen a nada más que a una terrible resaca.

Aznar hace tiempo que tiene la mirada del loco y que vive instalado en su enfermizo resentimiento, incapaz de entender la realidad, de tan obsesionado como está con pasar cuentas con los fantasmas de su pasado. Aznar es, de hecho, un fantasma de su pasado, un hombre consumido por el odio y por la atrocidad de un sufrimiento tan comprensible como inhabilitante para poder comparecer como mediador para construir absolutamente nada. El expresidente del Gobierno tuvo remarcables aciertos en su gestión, que contribuyeron de un modo decisivo al progreso de España, y como todos los gobernantes tuvo sombras, errores, y flagrantes casos de corrupción, aunque él no se llevara nada. A partir de ahí, y de los días aciagos en que Zapatero contra todo pronóstico llegó al poder ganando las elecciones de 2004, Aznar se enroscó en un torbellino de furia y de dolor que le convirtieron en el amargado que es hoy, y todo cuanto ha tocado lo ha vuelto amargura .

Su indisimulado apoyo a Ciudadanos es el charco que él mismo lleva cada noche inundando y en el que el centro derecha se encuentra atascado; y ahora quiere hacerse el que viene a rescatarnos. Si fuera sólo cinismo , tendría un pase, y hasta podría su gesto aprovecharse como desatascador de un momento especialmente confuso y desmoralizado. Pero hay algo más, algo mucho más terrible, y es la mancha resentida que este hombre propaga y que invalida la vocación mayoritaria de cualquier proyecto político y social.

El centro derecha tiene que asumir cuanto antes que ha sufrido un revolcón, que su ámbito es el de la moderación constructiva , y que sólo desde la centralidad inteligente, imaginativa y positiva volverá a recuperar el poder, la autoridad y la inmensa mayoría.

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