Luis Ventoso

Azerbaiyán

Es curioso, sí, pero para ir hasta allá…

Luis Ventoso

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A comienzos de este siglo, de churro y sin voluntad, pasé dos días en Azerbaiyán, en su capital Bakú, allá a la vera del Caspio. El lugar era raro, con un urbanismo que evocaba un país soviético de tebeo de Tintín. Avenidas anchas, con mamotretos de viviendas y oficinas cortados por el patrón de la plomiza arquitectura comunista (ahora, para alegrar, han plantado unos inmensos rascacielos kitsch de cristal, que evocan unas llamas). La ciudad parecía tranquila y más bien aburrida y presentaba una peculiaridad: cada medio minuto de paseo te tropezabas con el careto del mismo fulano, a veces en inmensos carteles, otras en banderas, pancartas, fotos enmarcadas en los cafés. En el aeropuerto, el rostro insoslayable ocupaba todas las pantallas de la terminal, con un avión de ultradiseño sobrevolando su magnánima faz (luego la nave de ensueño resultó ser un Tupolev descangallado, atendido por una azafata con un bigote que Freddie Mercury habría bendecido, pero ese es otro cuento).

El patriarca que aparecía por todos los lados resultó ser el padre de la patria, el sátrapa local, Aliyev, quien gobernó con mano pétrea desde la independencia, en 1991, hasta que se murió en 2003. Hoy, casualmente, su hijo ha arrasado en las elecciones y allá siguen los Aliyev. Azerbaiyán, que durante setenta años fue una república soviética, tiene 9,8 millones de habitantes. No les va ni muy mal ni muy bien. Ocupan el puesto 92 en renta per cápita. Son un país turquino, con un 95% de población musulmana, casi toda chiita. Solo hay un 3% de cristianos, ortodoxos y armenios. Los católicos no es que andemos muy boyantes por aquellos pagos. Si se busca en Bakú un garito para bodas un poco amplio, caben todos los del país: 498.

España es un país forjado en el catolicismo. Lo llevó a todo el mundo y hasta se desangró en guerras para defenderlo. Hoy en día, el 70,2% de los españoles se declaran católicos, según el CIS. De hecho, el año pasado el porcentaje subió un punto. Bien consciente de ello, Juan Pablo II viajó cinco veces a España, la última solo dos años antes de morir. Benedicto XVI lo hizo en tres ocasiones.

Francisco es Papa desde marzo de 2013. Su viaje número 16 lo ha llevado a Georgia (0,8% de población católica y manifestaciones de popes en su contra) y a Azerbaiyán. Ya ha recorrido también otras potencias católicas, como Corea del Sur, Jordania, Sri Lanka… El año que viene se prevé que vaya a la India y Bangladesh.

Yo había oído que Santiago es una de las tres ciudades santas del cristianismo, junto con Jerusalén y la propia Roma. Pero igual forma parte de uno de mis entusiasmos gallegos. También tenía entendido que Sevilla, Toledo, León o Burgos cuentan con algunos de los templos católicos más maravillosos del orbe, sus catedrales, la huella de una fe hecha piedra prodigiosa. Barcelona hasta tiene una todavía en obras, con firma de Gaudí (y puñetitas de Colau). Un español fundó los jesuitas, la orden del propio Bergoglio. Cáritas sostiene una obra social maravillosa y el catolicismo se mantiene como un actor educativo de primer orden. España es uno de los grandes países católicos del mundo.

¡Pero donde esté Bakú…! Doctores tiene la Iglesia.

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