Editorial ABC

Ayuda a cambio de reformas

Sánchez debería interpretar la imprescindible condicionalidad de la ayuda comunitaria como una oportunidad para renovar las estructuras de nuestra economía y racionalizar el gasto público

ABC

En la primera cumbre presencial desde el inicio de la pandemia, los líderes europeos están obligados a llegar a un acuerdo para el fondo de recuperación y el presupuesto plurianual de la UE. Es imprescindible restaurar el funcionamiento de la economía en todos los países europeos, porque, de otro modo, interconectados como están, ninguno se salvaría de la catástrofe. Esta es la base de partida de todas las discusiones que van a tener lugar en el Consejo Europeo que comienza hoy en Bruselas, y que tiene la obligación de dar una respuesta contundente ante una situación excepcional, para millones de personas extremadamente grave. De las múltiples consultas que el presidente del Consejo, Charles Michel, y los dirigentes de casi todos los países han llevado a cabo en los últimos días se deduce que no existen apenas discrepancias sobre el principio según el cual las ayudas europeas para la reconstrucción de la economía han de ser aprobadas cuanto antes; lo que no es tan sencillo es obtener ese dinero, que solo puede venir de los contribuyentes europeos, presentes y futuros, ya que se trata de la mayor operación de endeudamiento de la historia de las instituciones comunitarias. Es natural que haya gobiernos que quieran garantías de que el importante sacrificio que van a pedir a sus ciudadanos -que tendrán que devolver unos fondos que a nosotros nos llegarán gratis- va a servir realmente para eso y no para despilfarros inútiles. A Pedro Sánchez le ayudaría mucho buscar el apoyo del Partido Popular en el diseño de esa reconstrucción, en vez de seguir el ritmo demagógico de sus socios de coalición. También debería ver la imprescindible condicionalidad como una oportunidad para renovar las estructuras de nuestra economía y racionalizar de una vez el gasto público. Lamentablemente, no hay indicios de que sea sensible a ninguno de estos dos aspectos.

La situación creada por la pandemia no tiene nada que ver con la anterior crisis financiera, que incidió sobre la deuda soberana y que en estos momentos -gracias a la intervención del Banco Central Europeo- no representa ningún riesgo. Sin embargo, ha puesto de manifiesto que hay países que han gestionado la situación mejor que otros, por no hablar de que casi todos nuestros socios europeos venían también con los deberes hechos por lo que respecta a las reformas estructurales que hace años que recomienda Bruselas. El Gobierno hace bien en reclamar que los discursos sobre la solidaridad comunitaria se transformen en hechos contables, pero tampoco ayuda que siga dando la impresión de que no tiene más plan que esperar a que llegue una lluvia de dinero gratis.

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