Hermann Tertsch

Aunque arda España

Cuaje o no, lo cierto es que no hay hoy una opción real de gobierno estable

Hermann Tertsch

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Parece que Pedro Sánchez ya lo ha dicho en voz alta, que ya ha decidido dar el paso y que pretende crear una mayoría de gobierno alternativa a la del Partido Popular. Y enemiga del Partido Popular. Quiere impedir nuevas elecciones. Pero ante todo presidir él un gobierno gracias a sus 85 diputados socialistas. Sánchez sabe muy bien que, como no dispone ni de los votos populares ni de los de Ciudadanos, va a tener que recabar los de todas las fuerzas de izquierda, extrema izquierda y separatismo que pueblan el Congreso de los Diputados. Gran parte de ellas, Sánchez lo sabe, son enemigos declarados del Estado y de la Constitución. Unos quieren derribar la monarquía parlamentaria e imponer una tiranía socialista de tipo tercermundista. A la cabeza de estos grupos está Podemos, financiado por regímenes extranjeros para socavar la democracia española. Otros quieren además dinamitar la soberanía nacional y la integridad territorial y crear diversos estados siniestros. España es el único país de Europa que se permite la extravagancia suicida de otorgar legalidad a partidos cuya razón de existir es la destrucción del Estado democrático. Por eso tiene hoy, clara culpa de PP y PSOE, una amplia panoplia de enemigos, alimentados y protegidos por el Estado que quieren destruir. La extrema izquierda, cuajada de odio revanchista, avanza con la educación socialista para la ignorancia, de universidades tóxicas y de medios de comunicación obscenamente militantes. El centro del espectro político se ha movido constantemente a la izquierda. La supuesta derecha actual, el PP, está a la izquierda del centro de hace 35 años. Y en el PSOE se defienden posturas que eran de partidos extremistas, a la izquierda del PCE de la Transición. La defensa de la Constitución con todos sus artículos se ha quedado en la ultraderecha. Y nadie se atreve a ejercerla.

Y ahí está Sánchez. Su tentación es muy lógica. Su discurso no entiende otra prioridad que expulsar al Mal absoluto del templo y eso quiere decir defenestrar al PP de Rajoy. Aunque arda España. Y en eso nadie en su partido le llevó la contraria. Este hombre es un peligroso subproducto de la peste política que con total impunidad, inmensa eficacia y nula resistencia sembró Zapatero por España durante ocho años. Es el más desasistido y mediocre líder que jamás ha tenido el PSOE. Pero ha demostrado ser correoso y duro. Hoy cree poder ser el beneficiario de la polarización total, del desmoronamiento del consenso en valores básicos y voluntad de convivencia habido desde la Transición. Hay muchos culpables. Quien hace cinco años fue elegido para revertir y combatir dicha peste ideológica ha ignorado sus peligros y ha facilitado su expansión como si fuera un objetivo propio. El avance de la hegemonía izquierdista y la erosión de todas las resistencias a la misma hacen en este sentido de la legislatura de Rajoy la tercera de Zapatero. Todo unido hace posible esa inaudita amenaza de que alguien tan irresponsable y ajeno a los criterios europeos de gobierno como Sánchez pueda hacerse con el gobierno. Los barones del socialismo, sus viejas glorias y quienes aún creen en un socialismo democrático europeo pueden quedar impotentes ante el montaje de un Frente Popular por Sánchez. Las terceras elecciones son el mal menor frente a un gobierno Frankenstein que reuniría todo lo que repugnan y rechazan la Europa democrática y la decencia. Pero, cuaje o no, lo cierto es que no hay hoy una opción real de gobierno estable. Y puede no haberla después. Con los mismos líderes estaremos a lo peor en la misma situación. Hasta que cualquier día se nos caiga el Estado encima. Y entonces nos veremos en la calle. Y esta puede arder.

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