Tribuna Abierta
Pandemia espiritual
La prevaleciente nueva religión cientifista tiene como dogma fundamental describirlo todo en términos científicos, reduciendo cualquier aspecto de la existencia humana a algún proceso fisiológico
Los últimos barómetros del CIS reflejan un dato que desafía nuestro sentido común : la pandemia del Covid correlaciona con un descenso abrumador, de casi diez puntos, en el número de españoles que se declaran católicos. Es un dato a todas luces anti-intuitivo por cuanto la sensación que tenemos, después de un año de aflicción e incertidumbre que estos mismos barómetros reflejan, es que tanto miedo, tanta sensación de vulnerabilidad, tanta incerteza y tanta muerte han forzado masivamente a la introspección y al planteamiento íntimo y personal de las preguntas relativas al porqué y para qué de la vida, cuestiones pertenecientes, primordialmente, a la experiencia religiosa. No en vano dijo Marx que esta constituye el llanto de la criatura oprimida. Siempre que se incrementa la percepción de opresión –en nuestro caso, provocada por el quebranto de la salud– aumenta el cultivo del culto.
Creo haber encontrado una posible explicación a este dato paradójico en un importante estudio que acaba de efectuar un exsacerdote católico, José Luis Marqués, quien, según Juan José Tamayo es uno de los pioneros y principales promotores del diálogo entre las religiones en España, habiendo cofundado la Asociación para el Diálogo Interreligioso en Madrid, a cuya junta directiva pertenece.
Marqués mantiene que la religiosidad ha sufrido cambios profundos: la creencia religiosa que hoy busca nuestra sociedad secular es una espiritualidad en diálogo. ¿Diálogo con quién? Con la ciencia y con el laicismo. Un diálogo de parecido tenor a la celebérrima conversación pública que mantuvo Jürgen Habermas, el máximo reivindicador actual de la vigencia del proyecto ilustrado y una personificación del laicismo occidental, con Joseph Ratzinger, representante de la principal religión de Occidente. En ese diálogo Habermas llamó la atención sobre el hecho de que la secularización se estaba descarriando, privando a la sociedad –en palabras del propio Habermas– de una relevante fuente de creación de sentido: la religión. No solo prescribió la necesidad de que el laicismo aprenda de la religión y del diálogo de esta con la ciencia, sino que fue más allá sosteniendo que los fundamentos pre-políticos de los modernos estados liberales eran morales y religiosos. Advirtió, por tanto, acerca de los riesgos que encierra la prevaleciente nueva religión cientifista (que hoy la pandemia no ha hecho más que consolidar, al necesitar explicar su causa por medio de la ciencia biológica; y su solución, por medio de la ciencia médica), cuyo dogma fundamental es describirlo todo en términos científicos, reduciendo cualquier aspecto de la existencia humana a algún proceso fisiológico. Para Habermas la ilustración, hoy, pasa por la religión, además de la ciencia y la filosofía.
Algo similar, pero desde otros supuestos y metodología, hizo Eugenio Trías durante dos décadas, advirtiendo sobre el cansancio de Occidente y la crisis de su razón crítica. Urgió acerca de la perentoria necesidad de volver a ilustrar a Occidente mediante un diálogo permanente con el complejo mundo de las religiones; tesis que argumentó en otro famoso coloquio, celebrado en la isla de Capri, a invitación de cincos de los principales intelectuales europeos del momento (Vattimo, Derrida, Gadamer y Vitiello), que se habían citado para analizar el fenómeno del retorno de las religiones.
Recientemente, y en este mismo diario , el gran Pablo d'Ors, uno de los mejores pensadores religiosos y honestas personas de fe de nuestro país, hablaba de la búsqueda espiritual de nuestro tiempo. Y es que la presente coyuntura, en los albores de la superación de la pandemia, propicia una áurea ocasión para rescatar con determinación esas voces de alarma y proponer un nuevo modelo de creencia religiosa: la que se caracterice por un talante y vocación de diálogo estructural y permanente con la ciencia, el laicismo y la sociedad secular. Marqués afirma que la espiritualidad actual se debe caracterizar, fundamentalmente, por salir de su ermita y dialogar con la sociedad; sostienen que las religiones no se pueden desligar del conjunto de la cultura. Propone, por ello, sustituir, en la educación primaria y secundaria, la enseñanza confesional por un estudio de las creencias religiosas en el marco de las culturas, y en interrelación con la concepción del mundo que nos aporta la ciencia. Pues solo así, según este autor, la religión se libera de sus tendencias fundamentalistas y patriarcales (que los antedichos datos del CIS parecen preconizar), puede hacer de sustrato para una ética universal y aporta significación, como pide Habermas, al incierto mundo actual.
La ocasión no puede ser mejor por cuanto este año se celebra, a nivel mundial, una destacada efeméride: el centenario del fallecimiento del célebre maestro espiritual que fue, seguramente, la primera gran figura que, en conferencias multitudinarias, entrevistas de prensa y encuentros con intelectuales y líderes de opinión de Europa y Norteamérica, exhortó sobre la necesidad de una nueva fe universal que se distinguiese por un diálogo sistémico y permanente con la ciencia y con el pluralismo social; se trata de Sir Abbás Effendi (conocido mundialmente como el Maestro 'Abdu'l-Bahá) –condecorado con la Orden del Imperio Británico por sus esfuerzos humanitarios en mitigar la hambruna de la I Guerra Mundial–, quien influyó a personajes como el Presidente Woodrow Wilson, León Tolstói, Henry Bergson, Andrew Carnegie o Khalil Gibran.
* Arash Arjomandi es filósofo y profesor de Ética en la UAB