Tribuna Abierta
¿En qué eje está España?
Hay que empezar a salir de esta poco lucida situación en la que se nos coloca, y buscar junto con Portugal una posición mucho más importante haciendo valer además las relaciones con Iberoamérica y con el mundo africano, como haría cualquier otro país europeo si las tuviera
Primero unas cuantas preguntas para encuadrar el tema: ¿por qué falta audacia en nuestro país? ¿Por qué seguimos inmersos en un complejo de inferioridad en cuanto al protagonismo que podríamos tener? ¿Por qué asumimos que para conservar el poder es lícito hacer cualquier género de cesiones por más que debiliten gravemente ese poder o contradigan sus principios? ¿Por qué en nuestra vida pública resulta muy difícil encontrar ejemplos de comportamiento ético? ¿Por qué no concedemos a la política exterior la importancia cultural, política y económica que tiene y nos aislamos muchas veces en nuestras rencillas históricas y en agravios comparativos estériles?
En Europa funcionan desde hace tiempo varios ejes. El más longevo y el más importante es sin duda el eje franco alemán, que surgió finalmente para superar una larga época de enfrentamientos y conflictos bélicos, y que ha dirigido Europa con sensatez, con coherencia y mano firme. La ausencia de Angela Merkel va a abrir un periodo de alguna incertidumbre, pero Sholz y Macron no renunciarán a continuar siendo el eje clave de Europa, aunque esta tarea se irá haciendo cada vez más difícil.
Mario Draghi, un banquero con fuerza política y personal, ha reaccionado rápidamente para poder equilibrar y moderar la potencia de Alemania, intentando añadirse indirectamente al eje franco alemán, firmado un pacto de cooperación privilegiada con Francia, al que darán la mayor visibilidad.
Todo lo anterior, sirve para intentar responder a la pregunta de que en qué eje está España y el por qué siempre nos quedamos fuera –salvo en algunos momentos de la época de Felipe González– de la transformación y evolución de Europa cuando es absolutamente cierto que nuestro país puede aportar ideas válidas a ese proceso y muchas más conexiones con otros países que la gran mayoría del resto. Hay que empezar a salir de esta poco lucida situación en la que se nos coloca, y buscar junto con Portugal una posición mucho más importante haciendo valer además las relaciones con Iberoamérica y con el mundo africano, como haría cualquier otro país europeo si las tuviera. Podemos colaborar tanto o más que Italia en temas de inmigración, comercio, asuntos exteriores y también en seguridad, investigación y en todos los asuntos relacionados con la cultura.
Pero el tema inmediato y vital es el papel de Europa en un mundo en el que China y los Estados Unidos tienen más potencia económica, tecnológica y política, y sobre todo una voz única que en Europa no logramos encontrar. Cada país de nuestro entorno defiende sus posiciones teniendo en cuenta sus intereses concretos y temporales, y en esos juegos se consumen muchos de los esfuerzos que debería dedicar con urgencia a encontrar consensos eficaces.
España tiene que ayudar a dar la luz de alarma y a reclamar un mínimo de dignidad y de pragmatismo ante esta creciente debilidad de un continente que además de intermediar entre las dos potencias debería hacer valer en el mundo su experiencia y sus valores. La decadencia europea no es, ni ha sido nunca, inevitable, pero está claro que sin un liderazgo firme que fije unos objetivos realistas y atractivos podemos volver a iniciar el proceso con toda facilidad, en una época en la que varias pandemias debilitan la vitalidad económica y retrasan una posible recuperación. No es el momento más apropiado para dormirse porque la corriente tiene mucha fuerza y nos puede llevar –como advertía Carlos Gardel– cuesta abajo en la rodada y perder todas las ilusiones. ¡Despertemos!
Antonio Garrigues Walker
Es jurista