Gabriel Albiac
Ante la segunda vuelta
Las de ayer habrán sido unas primarias. La campaña de verdad empezaría ahora. Con la segunda vuelta en puertas. Un desastre
Lo mejor de mi jornada electoral fue, acantonado en la biblioteca, escuchar a Nina Simone poner voz conmovedora a algo que me volvía al Eric Burdon de mis quince años. Mientras buscaba, en las Tusculanas, las líneas donde Cicerón narra la leyenda de un sabio griego.
Un hombre es muchos hombres. Y, al cabo de una vida, uno puede verlos comparecer a todos. Con benevolencia. Y no reconocerse en ninguno. Algunos, de esos que fui, creyeron que votar los haría libres: cosas de la poca edad y el demasiado deseo. Les cedo una sonrisa hospitalaria. Y paso a lo que me interesa. Pensar. Y no actuar. «Resiste y abstente», cifra la moral estoica.
Una leyenda griega, que Cicerón toma de Heráclides Póntico, dibuja a Pitágoras ante los juegos olímpicos. «¿Qué hace alguien como tú ahí, Pitágoras?», le interpela el importuno tirano de Fiunte. «Pitágoras le respondió que la vida de los hombres se parecía a un festival celebrado con los mejores juegos de toda Grecia, en el cual unos ejercitaban sus cuerpos para aspirar a la gloria y a la distinción de una corona, y otros eran atraídos por el provecho y lucro en comprar o vender; mientras que algunos, de peculiar estirpe y óptimo talento, no buscaban ni el aplauso ni el lucro, sino que acudían para ver y observar atentos qué se hacía y de qué modo». No hay alegoría más bella del sabio: el activismo atonta, el interés envilece. Conocimiento y participación se excluyen.
Nada cambia. Nunca. Los humanos son animales muy monótonos. En la política maquinan su ocasión de ascender al superior grado de parásitos. Que es lo que todo humano ansía. A unos parásitos suceden otros: tal, el juego del poder. Habrá a quienes eso emocione. A cierta edad, sólo da tedio. Ya, ni asco. Unos compiten, otros se enriquecen. Yo miro. Y busco entender lo que está pasando. Sin interés en ello. Que es la sola manera de entenderlo.
El PP ganó. Insuficientemente: no podrá gobernar solo. El PSOE se estrella. Se estrella Ciudadanos. Triunfa el bolivarismo pro-iraní de Podemos: lo peor. La unidad de las tres fuerzas constitucionalistas (PP, C’s, PSOE) debería imponerse como garantía. Ya. De no ser así -no lo será-, Cataluña puede proclamar su independencia mañana mismo. Sin un gobierno de unidad nacional, España se adentrará en el suicidio de la precariedad y las nuevas elecciones. Las de ayer habrán sido unas primarias. La campaña de verdad empezaría ahora. Con la segunda vuelta en puertas. Un desastre.
Salí a pasear ayer. Bajo el frío sol de invierno, la cola, en la calle del Carmen, daba vuelta hasta perderse en la Gran Vía. Los devotos invocaban su lance de fortuna: hacerse con un décimo de lotería. Es así desde hace meses. El destino pertenece a lo sagrado. La providencia y la lotería consagran esperanza. No la política.
Lo mejor de la jornada electoral fue acantonarme en las Tusculanas. Y escuchar a Nina Simone frasear una canción que yo solía oír a Burdon. Cuando era un crío. Y saber que eso estuvo bien. Y que casi nada más lo estuvo.