2-D: Andaluzas y mucho más

Lo que ocurra en Andalucía, cuna del PSOE más corrupto y laboratorio de ensayo político a nivel nacional, condicionará las decisiones que puedan adoptar Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera

ABC

Inevitablemente, las elecciones autonómicas que hoy celebra Andalucía serán interpretadas con una doble clave. La primera, de ámbito nacional, será conocer el nuevo mapa que pueda dibujarse en el centro-derecha español en virtud de la correlación de fuerzas que obtengan el PP, Cs y Vox, con la que probablemente será su primera irrupción en un Parlamento autonómico en su historia. La segunda, en clave regional, para conocer si la socialista Susana Díaz, más que probable vencedora, dispone de escaños suficientes para gobernar cómodamente aunque sea en minoría. Después de 38 años, nadie duda de que el PSOE seguirá gobernando, pero en función de la pérdida de escaños que pueda tener, todo dependerá de la decisión que tome Adelante Andalucía (Podemos e IU) en una hipotética investidura. Con el PSOE y el PP a la baja según los sondeos, con Podemos aparentemente estable, y con Cs y Vox al alza, el resultado es completamente incierto y no es descartable que si los partidos del centro-derecha superan a Díaz en escaños, sea Podemos quien se plantee propiciar una repetición de los comicios. Lo que está claro es que aquella etapa de rodillo socialista, con casi 60 escaños, ya no volverá más al Parlamento andaluz.

En cualquier caso, lo que ocurra en Andalucía, cuna del PSOE más corrupto y laboratorio de ensayo político a nivel nacional, condicionará mucho las decisiones que puedan adoptar Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera. El hecho de que no haya previsibles sorpresas respecto al dominio electoral del PSOE no implica que pueda producirse una convulsión en el resto de los partidos porque, anímicamente y a ojos de la opinión pública, no es lo mismo quedar segundo que cuarto. Y todo puede depender de los clásicos restos de la ley D’Hondt y de un puñado de votos. Un partido como Ciudadanos puede crecer una decena de escaños y, sin embargo, ser cuarta fuerza política y fracasar en su empeño de forzar el «sorpasso» al PP. Lo mismo cabe sostener sobre Casado en su primera prueba de fuego electoral: su probable pérdida de escaños puede deteriorar su figura nacional si queda cuarto, o a la vez puede reforzarla si aguanta el tipo como segundo partido en Andalucía. Respecto a Sánchez, más allá de su evidente animadversión hacia Díaz, una pérdida de votos que hiciese al PSOE bajar de 40 escaños sería una pésima señal para él.

Andalucía parece abocada a seguir gobernada por el PSOE, por su red clientelar de nepotismo y enchufismo, y por una corrupción institucional que paradójicamente no le causa excesivo daño en las urnas. Sería sorprendente que una supuesta suma de PP, Ciudadanos y Vox pudiera forzar a Díaz a humillarse ante Podemos y pedirle sus votos para gobernar a toda costa. Pero siendo sorprendente, no es imposible. El PSOE quedará en manos de Podemos.

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