Americanos haciendo el indio
Prosigue la propaganda contra la huella española en América, donde alguna universidad la ha emprendido contra Colón. Seres minúsculos contra un gigante. Son ganas de hacer el ganso
John I. Jenkins es el presidente de la Universidad de Notre Dame, en el estado de Indiana, un centro de educación superior privado y católico, propiedad de la Congregación de la Santa Cruz. El cura Jenkins acaba de ordenar que se cubran doce murales del siglo XIX que representan escenas de la vida de Cristóbal Colón, desde su estancia en La Rábida antes de embarcar en la Santa María, a su llegada a América y posterior retorno a Granada para dar cuenta del Descubrimiento a los Reyes Católicos. Cree que estas obras dan a los indios que aparecen en ellas «un trato degradante» y otras sandeces sobre «la cara más oscura del Descubrimiento». Se suma el cura Jenkins a la cruzada emprendida por la progresía estadounidense contra la herencia española en América, la gesta colombina y la de sus epígonos, como Junípero Serra, al que le quieren quitar la estatua que tiene en el Capitolio el sacerdote mallorquín como figura clave en el nacimiento de aquella nación.
El tunante Jenkins se ha cuidado mucho de no tapar otros murales en los que aparece el fundador de Notre Dame, Edward Sorin, rodeado de indios, norteamericanos en su caso, lo que al equipo de censores no debe parecerle mal ni que ofenda a nadie. Lo cierto es que el padre Sorin tuvo suerte pues aquellos indígenas que se encontró al fundar Notre Dame aún no habían sido liquidados por los colonos británicos y los primeros estadounidenses. Un par de datos: en 1770, en la época de las misiones españolas de Junípero, se calcula que la población indígena en California superaba las 300.000 personas autóctonas. A mediados del XIX, después de que los «americanos» conquistaran el Oeste, los indios eran menos de la mitad. Que hay que leer, Jenkins, que hay que leer...
Ya está tardando el cura de Notre Dame en mandar una carta a su homólogo en Columbia para que le cambie el nombre a esa universidad neoyorquina, pues se llama así por Colón. Y otra epístola indigenista a las autoridades de Washington para que le retiren a la capital de la nación eso de «Distrito Columbia», no se vayan a enfadar los indios. Aunque Ward Churchill, profesor de estudios étnicos de la Universidad de Colorado, ha evaluado la reducción de la población de los indios americanos del norte: pasó a ser de más de 12,5 millones en el siglo XVI a 237.000 en 1900. Que hay que leer, Jenkins, que hay que leer...
Este batallón cree que es una pena que haya prendido de esa manera la «leyenda negra» sobre la huella española en América, una casposa teoría progre que ha hecho cierta fortuna sin que desde aquí se haya combatido la patraña, imbuidos de esa bobalicona pereza de los españoles por hablar bien, y con orgullo, de las partes sobresalientes de su historia -vitales para la formación del mundo de hoy-, que es lo mismo que hablar de nosotros mismos.
Publicaba el otro día ABC que el «Gobierno bonito» no va a mover un dedo para conmemorar los quinientos años de la llegada de Hernán Cortes a México, porque el asunto le debe resultar feo y polémico. Pues bien, otros dos datos de la «masacre»: la universidad más antigua de Estados Unidos es la de Pensilvania, fundada en 1740; para entonces ya llevaba más de dos siglos impartiendo saberes la Real Universidad de México, fundada gracias a que Cortés llegó a México. Que hay que leer, José Guirao, que hay que leer...