Enfoque

¿Peligrosos derechistas?

El campo estalla conra el SMI

Álvaro Martínez

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Nos dijeron Pedro y Pablo (los de La Moncloa, no aquellos Picapiedra que vivían en Piedradura) que esta legislatura sería la más social que jamás haya existido, en la que se repararían de una vez por todas anomalías crónicas de España hasta llegar a una Arcadia donde «la gente» -que es como llama Iglesias a los españoles que no son peligrosos ultraderechistas- iba a ser muchísimo más feliz al darse grandes pasos para mitigar la desigualdad. Así las cosas, las subidas fiscales del gastadero que se avecina vendrían de la mano de «los ricos», «los de arriba», a los que se freirá «justamente» a impuestos para mejorar el reparto de la riqueza. Nos enteramos, por ejemplo, de que en sus planes está «incrementar dos puntos los tipos impositivos para los contribuyentes que tengan rentas superiores a 130.000 euros y cuatro puntos para la parte que exceda de 300.000 euros». El resto, «la gente buena, honrada y trabajadora», estará en Jauja con la gobernanza social-comunista de Pedro y Pablo. Eso al menos nos dijeron en la sesión de investidura y en las tomas de posesión del batallón de ministros que, para bien de la «gente», han metido en el Ejecutivo y que apenas caben en la mesa del Consejo ni en el banco azul de las Cortes, donde andan como piojos en costura.

No parece que los trabajadores del campo que ayer se manifestaron en diversas provincias sean esos «ricachones de chalé con piscina» que iban a correr con el nuevo reparto de la riqueza ideado por la dupla gobernante. La subida del Salario Mínimo ejecutada alegremente por el primer Gobierno de Sánchez -aquel que era tan bonito que no aguantó un año en pie- ha hundido el empleo en el campo y en el hogar. Lo dijo el socialista Fernández Vara, que tarde acude al llanto pues tuvo tiempo de hacer caso a quienes alertaban de lo que podía ocurrir. Gracias al sanchismo, no es que jornaleros y empleadas de hogar no se hayan beneficiado de la subida del SMI, es que se han quedado sin trabajo. Daba pena ayer ver a los sindicatos que, después de dar saltos de alegría por la subida del SMI, ahora apoyan las movilizaciones de los trabajadores del campo a los que esa medida ha hecho bicarbonato.

La primera estocada, a «los de abajo». Y «¡yabadabadú!», como decían aquellos Pedro y Pablo de Piedradura, que hacían bastante más gracia que los de La Moncloa.

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