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La alberca

El beso de Judas

Con el amago de Ábalos se demuestra, hoy que estamos enterrando a Cristo solo, que este Gobierno besa como Iscariote

Alberto García Reyes

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Sola, borracha y contagiada. Así es como quedó España después de la verbena de Irene Montero el 8 de marzo. Hasta el «New York Times», en un volantazo hacia el periodismo que nos reconcilia con la profesión, ha puesto al Gobierno a caer de un ... burro por su decisión de postergar el decreto del estado de alarma para frenar los estragos de la pandemia en nuestro territorio. Que el coronavirus había entrado ya en la península a comienzos de marzo lo sabía hasta el que asó la manteca. Pero Sánchez, Iglesias, Redondo y los demás pensadores de La Moncloa decidieron pasarse por el forro las indicaciones para que la pizpireta Montero tuviera su fiesta de fin de curso. Y para no prohibir la manifestación feminista dejaron España entera abierta y a merced del bicho. Los muy iluminados nos están intentando colar una coartada cuantitativa haciendo inventario de todos los actos públicos que se celebraron durante las semanas anteriores a la orden de confinamiento. Creen que con esa estrategia mitigarán la idea de que la culpa no fue del 8-M, sino de los partidos de fútbol, de los conciertos de música y hasta del mitin de Vox en Vistalegre. El colmo habría sido que lo hubiesen prohibido todo menos la pancarta de las ministras. El capricho ideológico de este Gobierno de besucones, obsesionado con permitirle a Montero celebrar su piñata, arrastró al resto de acontecimientos al suicidio colectivo. Estaría bien, por tanto, conocer cuántos actos hubo exactamente porque ese pretexto demostrará que pese a saber que el virus estaba sobrevolando nuestras cabezas, pese a que avisó a todos los ministros y directores generales de que no hicieran reuniones presenciales diez días antes de tomar la decisión de cerrar el país, pese a que en la manifestación del 8-M había mujeres de su equipo como Celaá con guantes de látex y una organizadora lanzaba órdenes de evitar los besos, el presidente Sánchez permitió que en España hubiese cientos de concentraciones de personas expuestas a la quema. Ay, los besos. Con el amago de Ábalos a Lastra ha quedado demostrado hoy que estamos enterrando a Cristo solo, como a tantos de nuestros familiares, que los besos que da este Gobierno son como los de Judas Iscariote.

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