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Una raya en el agua

De Álava al delta

La autodeterminación es un proyecto que une a nacionalistas vascos y catalanes con un sistema de vasos comunicantes

Ignacio Camacho

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Lo peor que tienen algunos de los análisis que solía hacer Jaime Mayor Oreja es que con el tiempo acaban por volverse acertados. El exministro de Aznar pasa por ser un lúgubre apocalíptico, un jeremíaco mensajero de desgracias que anunciaba con su solemne voz aterciopelada, ... pero siempre ha tenido la mala de costumbre de atinar en bastantes vaticinios sobre la política vasca: suyo fue, por ejemplo, el augurio de la célebre «tregua-trampa». Desde hace años, el bueno de don Jaime viene sosteniendo que el separatismo es un proyecto que une a los nacionalistas de su tierra con los catalanes y que se expande de unos a otros a través de un sistema de vasos comunicantes. Esta idea, contradictoria de la opinión mayoritaria sobre el PNV como partido institucionalista, sensato y responsable, tiene la terca propiedad de adecuarse con el tiempo a los hechos reales. Lo acaban de demostrar Ortuzar y Urkullu al anunciar que piensan incorporar el «derecho a decidir», expresado en estos términos eufemísticos y abstractos, en el borrador de Estatuto que andan preparando a pachas con los legatarios políticos de la misma ETA con la que sus antecesores pactaron. Y hay algo más: el compromiso de dividir en el citado texto a los propios vascos en las sospechosas categorías de «nacionales» y «ciudadanos».

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