Manuel Marín
Alarma en la España votante
Pedro Sánchez quiere formar gobierno sobre la ruina de un chantaje. Es una decisión firme desde la noche electoral, ratificada el pasado viernes, incluso cuando conoció que Pablo Iglesias iba designándole sus propios ministros por las esquinas del poder. Su apuesta es irrenunciable porque no se plantea las dificultades de la gobernabilidad , sino solo las de la investidura. También el PSOE, barones incluidos, se había planteado la legislatura en estos términos hasta el viernes. La teoría de las «líneas rojas» es solo un señuelo de tranquilización social porque Sánchez estaría dispuesto a pasar sobre las cenizas del PSOE tradicional si fuese necesario.
Sin embargo, la apuesta de «todo o nada» planteada por Podemos causa una profunda grieta emocional en el PSOE. El chantaje de Iglesias -una vicepresidencia asumida por él para dibujar en Sánchez a un presidente florero, y cinco ministerios determinantes para manejar los resortes del poder a su antojo, radio y televisión públicas incluidas-, no fue solo una oferta política al uso . Fue un ataque deliberado de Iglesias, una provocación consciente y humillante, a la fibra sentimental del PSOE. Fue un maltrato evidente, un desprecio idéntico al que empleó meses atrás para despachar a Izquierda Unida hasta su práctica aniquilación parlamentaria. Aquellos insultos a los clásicos de IU fueron el primer paso de Iglesias para apropiarse en la siguiente convocatoria electoral de más de 900.000 votos que hoy corresponden aún a Alberto Garzón. Ahora, es turno de los socialistas.
El PSOE concluyó noqueado la semana, y exigiendo a Mariano Rajoy que asuma la responsabilidad de plantear su investidura, fracasar como si escenificase un fin real de mandato en una moción de censura preventiva , y aparecer como única alternativa real a la crisis institucional y de credibilidad. Sánchez sabe que no es cierto que el electorado socialista no entendería que no pactase con Podemos. Y si lo entendiese su electorado, cosa dudosa porque no es un electorado homogéneo, unívoco y de pensamiento único, quien no lo entiende es su propio partido. El riesgo es muy alto: ser abducido por Podemos , reducir la estructura del PSOE a escombros, renunciar y abandonar la política…
A Sánchez solo le queda la opción de gobernar, aunque sea tutelado por Podemos y los independentistas. Pero Rajoy le ha cambiado el paso. Al PP debe favorecerle el clima de alarma social y perplejidad que se ha instalado en la España votante, que nunca creyó que llegaría a esta situación de pasmosa italianización de nuestra vida política . Incertidumbre, chantaje político y ansiedad de poder. A fin de cuentas, habría un gobierno en minoría de Rajoy, apoyos puntuales de quien fuera preciso en una legislatura corta y de relevos políticos hasta nuevas elecciones… Hoy todo es más inestable que hace un mes, y la ecuación se reduce a dos variables: o Sánchez pacta con Iglesias una cesión que podría fracturar el PSOE; o Sánchez pacta con sus barones acudir a las urnas de nuevo, lo que sería aceptado por el PP, pero con él como candidato. Quedan otras alternativas… pero es evidente que causan alarma en la sociedad.