Debate trucado

Sánchez es antónimo de todo aquello de lo que se jacta, lejos de lo democrático, cerca, muy cerca de lo totalitario

Pedro Sánchez, en el Congreso EP
Agustín Pery

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Dudo que el jefe de la bancada popular, tampoco Arrimadas, se hayan debatido entre lo que quieren y lo que deben hacer . Más lejos de Churchill («el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones») sino de Clemenceau, que dejó escrito con cínico pero realista pragmatismo que «gobernar (añado, opositar) dentro de un régimen democrático sería mucho más fácil si no hubiera que ganar constantemente elecciones».

En tiempos tan tristemente epidérmicos como estos, donde se atiende más al graznido que al silbo tuitero, Casado ya sabía antes de abstenerse que huérfano de minaretes mediáticos tenía perdido el relato . La de hoy, habrá que reconocerle el mérito al presidente y su corte de rasputines, era para Moncloa un «win-win» . Si lograban el plácet parlamentario, quince días más como poco imponiendo su gestión a golpe de decreto. Si se negaban, los muertos para la oposición. Es falaz, indecente, miserable, los epítetos que quieran, pero es políticamente efectivo para los intereses, ¿le importan otros?, de Sánchez. Gana tiempo y disfruta de su sobrevenida condición de emperador . Así vaya desnudo.

Prolongar el estado alarma, sin votar nada más como sí hacen para nuestra vergüenza en los países de nuestro entorno, es caer en la celada de un gobierno trilero que ha convertido gobernar en el arte del oxímoron. Porque es alarmante pero más tiene de excepción decirme cuánta gente puede entrar en mi casa hasta un máximo de diez; ordenarme encerrarme en ella y olvidarme de mi hora vigilada de paseo a partir de las 23 horas; pastorear a togados de prestigio, desde hoy en entredicho para que regateen cobardemente dictar sentencia sobre un derecho que hasta la irrupción del coronavirus nadie ponía en cuestión: manifestarse.

La dupla Sánchez-Iglesias está más cómoda que los empresarios a los que abofetea, verbalmente, la ministra Teresa Ribera a este y oeste. Bajo el parapeto de unos beneficios del estado de alarma que repite en salmodia « Illa salva vidas », imponen una política económica con reminiscencias del PER y los ERES tan del gusto socialista. El cuenco de arroz del que hablan los economistas. Sí, es un oxímoron porque nada tiene de transparente suspender el portal del mismo apellido; imposible hablar de progresismo cuando sacraliza el intervencionismo; cuando impone más que pacta y concede graciosamente más que cede.

Sánchez es antónimo de todo aquello de lo que se jacta , lejos de lo democrático, cerca, muy cerca de lo totalitario.

La prueba del nueve no es otra que la que estamos viviendo hoy en el Congreso. Que más allá de los dardos verbalizados a una y otra orilla política hay algo que es tan empíricamente demostrable como que somos campeones en número de sanitarios contagiados: hoy no se vota el plan de desescalada . Como en la Rusia del zar Putin. Tal cual.

No se hará y el presidente tendrá lo que quiere. Si es lo que debe, ha quedado fuera del debate. O Sánchez o nada . ¿Les suena? Pedro cruza el Rubicón. Alea jacta est, democracia. El plan de desescalada no se ha debatido . Ha funcionado el único plan que verdaderamente interesaba a su promotor. Hoy, y hasta al menos finales de mayo, seguimos bajo el yugo y la palabra de Sánchez. Alarmante.

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