Editorial ABC

Aeropuertos, abiertos a la desconfianza

Los severos controles de entrada y las cuarentenas impuestas en los aeropuertos de nuestro entorno -de Lisboa a Berlín, pasando por Roma o Londres- son la vara de medir la irresponsabilidad del Gobierno para empobrecer nuestra marca

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La dinamización del sector turístico, herido de muerte por las restricciones sanitarias y cuyo peso en el PIB ha contribuido a hundir la economía española, está detrás de la apertura de puertas que el Gobierno decretó en vísperas del verano para los aeropuertos españoles. Aquella medida de gracia para los visitantes extranjeros, cuestionado desde el primer momento por la Comunidad de Madrid, no solo no ha servido para detener la sangría que afecta a nuestra hostelería y a los sectores que de forma secundaria se benefician de su actividad, sino que ha contribuido a extender la incertidumbre y la desconfianza sobre las cifras reales de la importación de contagios por el Covid. Sin pruebas diagnósticas a la llegada a nuestros aeropuertos no hay forma de establecer una estadística mínimamente fiable sobre el riesgo que representa la falta de control sanitario en aeropuertos como el de Barajas. Salvador Illa trató ayer de restar importancia en el Congreso al riesgo de contagio que representa esta estrategia. Lo hizo a través de unas cifras que no terminan de cuadrar con las que contabiliza la Comunidad de Madrid y que no pasan de ser una evaluación de parte, realizada a ojo de buen cubero. Sin controles sanitarios a la llegada de los visitantes extranjeros, España no puede medir el riesgo de una medida que, lejos de atraer el turismo internacional, ha proyectado en el exterior la imagen de un país en el que el exceso de confianza sustituye al rigor y la racionalidad, no solo en cuestiones relacionadas con la salud pública. Los severos controles de entrada y las cuarentenas impuestas en los aeropuertos de nuestro entorno -de Lisboa a Berlín, pasando por Roma o Londres- son la vara de medir la irresponsabilidad del Gobierno para empobrecer nuestra marca, relajar las políticas de contención del virus y, a la postre, ahuyentar al turismo al que pretendía seducir.

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