Editorial ABC
El acierto de António Costa
De la mano de su primer ministro, Portugal ha pasado del doloroso rescate de su economía a crecer sólidamente y con una tasa de desempleo envidiable para España
Portugal se ha convertido en un ejemplo de lo que se puede hacer por el bien de un país y sus ciudadanos cuando sus gobernantes mantienen el rumbo del sentido común y el pragmatismo bien orientado. Del doloroso rescate de toda su economía por parte de la Unión Europea en 2011, han pasado a ser un país que crece sólidamente y con una tasa de desempleo envidiable para España. Han mantenido sus compromisos con la Comisión Europea, han reducido el déficit hasta niveles desconocidos y, sin embargo, la economía ha logrado recuperar y mejorar claramente los salarios de los trabajadores sin depender de la inversión pública. Y desde 2015 lo ha gestionado con acierto un primer ministro socialista como António Costa, que está apoyado por una hasta entonces improbable coalición con la extrema izquierda. Cuando Costa fue elegido, se temía que uniese sus fuerzas con los desatinados dirigentes del populismo griego, que en su delirio no hicieron más que agravar los problemas del país, pero este ex alcalde de Lisboa supo conjugar la sensibilidad social de su programa con el realismo de las exigencias de su pertenencia al euro y a la vista están los frutos que ha cosechado. Tal vez podría explicar a otros líderes socialistas ibéricos que el mérito de un gobernante está en ayudar a mejorar la vida de los ciudadanos y no en anquilosarse en sus prejuicios, porque, como dice en la entrevista que publicamos hoy, en ocasiones «hay diversos caminos para llegar al mismo punto» y cumplir con las necesidades de la sociedad.
Las actuales relaciones entre España y Portugal, en las que Costa se dice «incapaz» de encontrar un problema, también demuestran hasta qué punto es beneficioso anteponer la cooperación y el diálogo a la confrontación estéril. A pesar de sus lógicas discrepancias ideológicas, António Costa y Mariano Rajoy trabajan activamente para estrechar aún más los lazos que unen a dos naciones hermanas que hace tiempo que han dejado de mirarse de espaldas. Es una desgracia que el proyecto de enlace de alta velocidad entre Lisboa y Madrid se haya bloqueado por circunstancias de imagen que vienen de los peores años de la crisis, pero todos apostamos por una mayor integración política, económica, energética e industrial, lo que naturalmente incluye al transporte estratégico del futuro. Dentro de la Unión Europea, Portugal y España pueden hacer todavía mucho más para avanzar en la convergencia de sus políticas esenciales, en el mayor beneficio para sus ciudadanos. Y Costa está demostrando que es perfectamente consciente de ello.