Editorial ABC
Trump prefiere la enfermedad al remedio
La tibieza, cuando no indiferencia, con que el presidente norteamericano ha abordado la crisis provocada por el coronavirus ha hecho que su país sea ya el que mayor crecimiento registre en cuanto a número de infectados por el Covid-19
Vender el crecimiento económico de Estados Unidos como su gran baza para las presidenciales del próximo noviembre ha convertido a Donald Trump en rehén de su propio programa electoral. La tibieza, cuando no indiferencia, con que el presidente norteamericano ha abordado la crisis provocada por el coronavirus ha hecho que su país sea ya el que mayor crecimiento registre en cuanto a número de infectados por el Covid-19, con la megalópolis de Nueva York como epicentro doméstico de la pandemia. Entre detener la actividad económica -asumiendo la pérdida estacional de riqueza y acotando el contagio- y evitar la recesión a la que conduce la parálisis industrial y comercial, Trump ha elegido el camino más corto, con un coste que, sin embargo, puede pulverizar a no muy largo plazo sus propios cálculos y planes electorales. Fue China, potencia que sacrificó sus intereses económicos al cerrarse en banda para evitar males mayores, la que puso al mundo sobre aviso con un encierro masivo que ha servido de guía y modelo, incluso para un mundo libre que, con tardanza, ha asumido el sacrifico del confinamiento y la pérdida de libertades y riqueza. «El remedio -insiste el presidente Trump frente a esta drástica estrategia de contención- no puede ser peor que la enfermedad».
Lo que esta semana suceda en la Gran Manzana, cuyos vecinos huyen mientras pueden para evitar el creciente aislamiento, colaborando así con la viralidad del Covid-19, será clave no solo para determinar el alcance local de una crisis que puede herir de gravedad, y por un margen temporal que aumenta en función de la pasividad política, la fortaleza económica de la primera potencia del mundo, sino para poner a prueba la capacidad de sacrificio de Trump, obligado a elegir entre sus legítimos intereses, ya amenazados, o los del pueblo al que sirve.