Editorial ABC

Torra, mentiroso y desleal

Los españoles tienen muchas obligaciones sobre sus espaldas en estos días, pero entre ellas no está la de soportar a un separatista que ofende a España

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El Gobierno central debería requerir al presidente catalán, Joaquim Torra, que deje de usar su condición de máxima autoridad del Estado en Cataluña para hacer daño a España con sus mentiras. Torra declaró a la emisora pública británica BBC que el Gobierno español no permite el confinamiento de Cataluña. Ni Cataluña, ni Madrid, ni ninguna comunidad autónoma está confinada, por lo que no hay ninguna premeditación específica con la sociedad catalana. Lo están los españoles. Hay una respuesta, mejor o peor administrada, cuya eficacia depende de que sea nacional. Las fronteras que quiere Torra son las que ha cerrado el Gobierno con Francia, Portugal y Marruecos, pero esas no existen dentro de España. Una vez más, Joaquim Torra desvela su naturaleza torpe y falaz, la de un mentiroso compulsivo que no es capaz siquiera de moderar sus fobias en una crisis pandémica que tiene encogido el corazón a toda España, incluida Cataluña. La reacción de la ministra Margarita Robles criticando al presidente catalán ha sido muy encomiable, pero no es suficiente para despojar a Torra y al separatismo catalán de la influencia que Sánchez les ha entregado. Será necesario un punto final a la asociación entre el PSOE y los nacionalistas, porque las palabras de Torra son una condena ética inapelable, que Sánchez compartirá con él si no prescinde de él.

El estado de alarma está restringiendo derechos fundamentales, como la libertad de movimiento y de reunión, y derechos como el trabajo. ¿Acaso Torra tiene derecho ilimitado a mentir? Torra no critica, que sería legítimo; difama y nadie tiene derecho a difamar a un país que está movilizado para superar una crisis de consecuencias impredecibles. El Gobierno debe exigir al menos lealtad al inhabilitado por la Justicia Torra, porque también la lealtad es necesaria para combatir el Covid-19 y porque en realidad ya no debería estar al frente del Ejecutivo catalán. Y si persiste en su deslealtad contra España, hágase una interpretación extensiva del artículo 10 de la Ley de 1981 de estados de alarma, excepción y sitio, y cese el Gobierno de España a Torra en la Presidencia de la Generalitat, donde sigue en buena medida porque Sánchez le ha dado oxígeno con el tinglado de la mesa de negociación. Los españoles tienen muchas obligaciones sobre sus espaldas en estos días, pero entre ellas no está la de soportar a un separatista que ofende a España.

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