Editorial ABC

Tomar por estúpidos a los españoles

Alardear de un presunto «éxito» de su gestión confirma que el Gobierno se ha creado una realidad paralela» que le inhabilita para gestionar la más grave crisis de España en 90 años

ABC

Con más de 25.000 muertos, camino del cuarto de millón de infectados (según el conteo oficial) y con el récord mundial de sanitarios contagiados, afirmar que España está en «la gama del éxito» en respuesta a la pandemia supone una indecencia y tomar por estúpidos a los españoles. Porque eso sostiene el Gobierno de España, por boca de su vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, que parece que ha tomado carrerilla en la propaganda disparatada y justifica que Portugal presente números tan bajos en muertos e infectados en que «el coronavirus vino del este y ellos están más al oeste, así que pudieron pararlo antes». Este insulto a la inteligencia de los ciudadanos denota que el Ejecutivo de Sánchez no solo es incapaz de hacer un análisis medianamente riguroso de su gestión, de reconocer los múltiples errores cometidos (algunos capitales para que esto sea aún más duro) y de pedir perdón por ello a los españoles, sino que desde el principio ha decidido parapetarse en mentiras gigantescas, con vocación de que se conviertan en globales para crear una realidad paralela a la que vive el país. Todo ello le inhabilita para enderezar el rumbo pues sin reconocer los fallos es difícil tomar la senda correcta.

«No hay plan B», dijo Sánchez en su enésima comparecencia televisiva, el sábado, para forzar a que esta semana la oposición apruebe en el Congreso la extensión del estado de alarma que le habilita para gobernar por decreto. Un chantaje meridianamente claro pues ese «o lo que digo yo, o nada» pretende poner en el disparadero a quien se oponga a la prolongación de la alarma ante un posible rebrote de los casos de muertes y contagios. En realidad no hubo ni plan A. Porque por no haber plan A, España llegó demasiado tarde a las medidas de contención de los contagios. Por no haber plan A, no se hizo acopio a tiempo del material sanitario suficiente. Por no haber plan A, se sucedieron errores de bulto en la gestión y se improvisaron medidas económicas claramente insuficientes. Por no haber plan A, se colapsó la administración para tramitar créditos y ayudas. Por no haber plan A, no se hicieron a tiempo los test rápidos de detección. Por no haber plan A, un día se aconsejaba el uso de mascarillas y al siguiente, no; un día las terrazas de los bares podían abrir al 30 por ciento y al siguiente, al 50 por ciento o un día los niños solo podían salir al banco, al estanco o a comprar al supermercado con su padre o madre y al siguiente, ya podían pasear. Y así casi todo.

En definitiva, hubo de existir un plan A, algo diferente a tanta chapuza, y muy distinto a sacar luego pecho de una gestión tan desastrosa. ¿De verdad con más de 25.000 muertos se puede hablar de «éxito»? Resulta hasta cruel. Parece que la «nueva normalidad» incluye tomar por estúpidos a los españoles.

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