Tasa Google, prematura e imprudente

Resulta difícil negar o discutir que las grandes compañías tecnológicas se estén aprovechando de la inadecuación de una regulación fiscal del siglo XX a las actividades del nuevo mundo digital. No es lógico que multipliquen sus beneficios y su capitalización bursátil hasta límites estratosféricos mientras que los países donde realizan una parte significativa de su actividad no perciben apenas impuestos. Incluso el fundador y patrón de Facebook, Mark Zuckerberg, ha reconocido que es necesaria una nueva regulación que resuelva de forma razonable este problema. Sin embargo, es ilusorio pensar que pueda ser afrontado por un país en solitario. Lo hizo Francia, lo que produjo una reacción tan inquietante por parte de Estados Unidos que obligó al presidente Emmanuel Macron, a aplazarlo, al menos hasta fin de año, ante la posibilidad de que los perjuicios para el comercio galo superasen lo que eventualmente pensaba recaudar. Solo esta experiencia habría debido bastar para que el Gobierno hubiese adoptado una actitud más prudente frente a una situación que -a la vista está- supera las posibilidades de un país en solitario y que todavía no ha logrado el consenso en el seno de la UE.

La negociación multilateral dentro de la OCDE es sin duda el mejor camino, pero teniendo en cuenta los precedentes errores de cálculo de este Ejecutivo tampoco puede extrañar que haya decidido anteponer sus prejuicios ideológicos, acentuados por la carga demagógica que la extrema izquierda aporta a la coalición de Gobierno. Peor aún, reconocer que no se alcanzará, ni de lejos, la recaudación con la que el Ejecutivo puso en marcha esta idea resulta aún más insensato, porque convierte esta decisión en un gesto que en el mejor de los casos será baldío.