Editorial ABC
Sánchez cede para atraer al PP
Hace bien Sánchez en aceptar la propuesta de Casado, porque para el PP no era factible sentarse en La Moncloa junto a Bildu o ERC, que desean la destrucción de España
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La conversación que mantuvieron por videoconferencia Pedro Sánchez y Pablo Casado arrojó una buena noticia y una mala. La buena es que no se ha producido una ruptura de relaciones drástica e irreversible en el momento de mayor preocupación social de nuestra historia reciente. La mala es que lo que pueda pactarse en el futuro no será ni siquiera un sucedáneo de los Pactos de La Moncloa que diseñó Adolfo Suárez en 1977. Sencillamente, ayer Sánchez se limitó a asumir que está obligado a mantener vivo un mínimo espíritu de cooperación institucional con el PP, aun siendo consciente de que ya no es un presidente fiable para el constitucionalismo, y de que su supervivencia política depende de operaciones de marketing y demagogia como esta. Ni políticamente Sánchez es Suárez, ni tácticamente puede pretender que la oposición acepte de modo sumiso una claudicación para presentarle como una suerte de estadista responsable y conciliador, porque no lo es. La gestión política de la crisis del coronavirus es desastrosa, y Sánchez no puede aspirar a que los partidos caigan en la trampa de mostrarle subordinación constante bajo el riesgo de quedar como irresponsables, insolidarios y antipatriotas si no se rinden al PSOE. Sánchez no quiere más ayuda que la de Podemos, ERC o el PNV, que es a quienes necesita para gobernar. Todo lo demás es una pantomima cosmética para que finja granjearse una imagen de hombre de Estado que no tiene.
No habrá Pactos de La Moncloa ni fotos con todos los partidos rindiendo pleitesía a Sánchez o sometidos a su obsesión por figurar en los libros de historia. De hecho, Sánchez ha tenido que aceptar la fórmula que Casado exige desde hace semanas para poder mantener su lealtad al Gobierno en unos momentos críticos. La misma lealtad, por cierto, que no le demuestran sus socios cuando rechazan la convalidación de los decretos urgentes del Gobierno. La idea de Casado de crear una comisión en el Congreso para la rehabilitación emocional y la «reconstrucción» socio-económica es oportuna y razonable, y acierta desmarcándose de Vox. Y Sánchez hace bien en aceptarla porque para el PP no era factible sentarse en La Moncloa junto a Bildu o ERC, que desean la destrucción de España. Tampoco era lógico que el PP cediese ante Sánchez cuando éste ha roto en dos a su Gobierno para entregar el mando a Pablo Iglesias. Los errores políticos de esta crisis son de Sánchez e Iglesias, y repartir culpas sería caer una trampa. Ahora bien, si realmente Moncloa quiere proponer una «reconstrucción», el PP ha demostrado estar dispuesto: en el Congreso, desde luego, y no en mesas paralelas para blanquear a Sánchez y al populismo de extrema izquierda que pretende conducir a España a la ruina económica y a la pérdida de libertades.