Editorial ABC

Rey, prensa, jueces... y ahora a por los toros

La falsa erudición de Iglesias no es suficiente para tapar su ignorancia cuando tacha de tortura la Fiesta y le niega su carácter cultural

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Este Gobierno empieza a mostrar síntomas patológicos de una obsesiva tendencia a la discordia. Como un Atila político, todo lo que toca lo convierte en bronca social y provocación política. Los hooligans, censores y ultras monopolizan el mensaje del Gobierno de Pedro Sánchez, dejando en la marginación a ministros de los que se esperaba algo más que silencios de florero. Antes o después, el turno tenía que llegar a los toros, cómo no, de la mano de Pablo Iglesias, quien tiene demasiado tiempo libre en plena pandemia, aunque solo con dar explicaciones sobre las residencias de ancianos tendría el día ocupado. Iglesias afirmó en el Senado que los toros son tortura y que «la tortura no es cultura» y utilizó su fina sensibilidad como justificación de su posición política al sentenciar que «me incomoda enormemente que se reivindique como práctica cultural». La misma sensibilidad que le permite justificar la dictadura de Maduro o callar por su gestión en las residencias de ancianos durante la pandemia es ahora la que se revuelve con los toros. No hay más motivo en las palabras de Iglesias que ese prejuicio de izquierda totalitaria, rabiosa por imponer su modelo de ética social.

La falsa erudición de Iglesias no es suficiente para tapar su ignorancia cuando tacha de tortura la Fiesta y le niega su carácter cultural. El problema es que, como buen totalitario, Iglesias solo reconoce la cultura que él apoya. Lo demás es excrecencia del nacionalismo español o de la derecha. Si supiera algo de cultura, conocería cuánta poesía, cuánto ensayo, cuánta pintura y cuánta sabiduría popular se ha dedicado a la tauromaquia. Claro que hay ciudadanos a los que no les gustan las corridas de toros, pero respetan a quienes acuden a verlas en ejercicio de ese valor sagrado que los muchos Iglesias que ha habido en la historia han querido destruir: la libertad individual.

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