Editorial ABC

El populismo destruye empleo

La mejor política es la generación de riqueza, no el reparto de una pobreza que el PSOE y Unidas Podemos, sus promotores, no han tardado en considerar «habitual»

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Después de analizar una serie histórica de nada menos que veinticinco años, el Ministerio de Trabajo llegó ayer a la conclusión de que el aumento del paro que se registra en enero es lo «habitual». No hay por qué preocuparse, dice el Gobierno, que en las últimas semanas ha puesto todo de su parte para colocar a dedo a decenas de allegados ideológicos como primera estrategia -y de momento única- para combatir el drama del desempleo, al menos entre los suyos. Con una inaceptable cifra de parados que se sitúa ya en 3.253.853 personas, engordada por el mayor aumento del paro en enero desde 2013, la palabra «habitual» que utiliza el Ejecutivo para restar importancia a este notable rebrote del desempleo no es más que la señal de la inacción y la falta de responsabilidad con que la izquierda, y eso sí es lo habitual, suele asistir a la destrucción de puestos de trabajo y tejido productivo.

La nueva subida del salario mínimo interprofesional que decretó el Gobierno de Sánchez e Iglesias, solo aminorada por la presión de la patronal para evitar más despidos en las pequeñas y medianas empresas, es el punto de partida de una política económica y laboral que el PSOE y Unidas Podemos han planteado exclusivamente sobre presupuestos populistas y dogmas ideológicos, de espaldas a un mercado que poco tiene que ver con sus programas y, peor aún, contraria a las necesidades reales de contribuyentes y trabajadores. La mejor política es la generación de riqueza, no el reparto de una pobreza que el PSOE y Unidas Podemos, sus promotores, no han tardado en considerar «habitual».

Si el incremento por decreto del salario mínimo constituye un paso en falso que atenta contra los intereses de quienes sufren la precariedad, y también contra los pequeños empresarios, la anunciada derogación -parcial o total- de la reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy representa un salto cualitativo hacia una nueva crisis de empleo, proporcional en tamaño a la demagogia con que socialistas y comunistas abordan el drama del desempleo. La CEOE reiteró ayer su advertencia sobre las consecuencias que para la contratación tendría una contrarreforma laboral cuyo alcance y contenido no se atreve a detallar el Ejecutivo, pero que sigue agitando como banderín de enganche ante su electorado. La desconfianza de los inversores da paso a la parálisis y al aplazamiento de unos planes empresariales cuyo principal obstáculo es el miedo, fundado, que generan Sánchez y sus socios comunistas, apoderados y representantes de un estatalismo que ignora, cuando no dificulta, el papel de la inicitiva privada para generar empleo y bienestar. Lo habitual con la izquierda es el desempleo, la caída de las cotizaciones y el aumento de las prestaciones.

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