Editorial ABC
Nacionalizar no es la solución
La Unión Europea coge el camino de en medio, sin tener en cuenta el negro historial que este tipo de operaciones ha dejado en España ni la indisimulada naturaleza de Unidas Podemos
La falta de liquidez y, aún peor, la perspectiva de un parón que podría prolongarse hasta que aparezca una vacuna o un tratamiento eficaz contra el Covid-19 han situado a las grandes aerolíneas europeas al borde del abismo y de la quiebra, una situación, más que crítica, cuyas repercusiones económicas y laborales en las potencias de la UE no han hecho dudar a las autoridades comunitarias a la hora de sacrificar uno de sus principios más sagrados, el de la libre competencia, y abogar por la nacionalización. Además de amenazar con una nueva guerra comercial con Estados Unidos, donde Donald Trump vigila al detalle cualquier ayuda pública a las compañías que compiten con las norteamericanas, esta excepcionalidad ha sido admitida como un mal menor y con la intención de salvar de la quema a empresas cuya desaparición del mercado podría poner en jaque a sectores relevantes de la economía y provocar una pérdida de empleo muy importante. Las condiciones para este proceso de nacionalización -temporal, nunca superior a los seis años- están bien tasadas por la Comisión, confiada en la responsabilidad de los gobiernos de la Unión, pero quizás ignorante del carácter intervencionista de un Gobierno de España que no ha dudado en aprovechar el estado de alarma para exhibir sus querencias totalitarias, no solo en el campo económico. La herramienta habilitada por Bruselas es un arma de doble filo para el único Ejecutivo de la UE en el que se sienta y decide un grupo de inspiración estalinista. Ahora tienen el manual de instrucciones, editado por Bruselas, para llevar a cabo sus delirios e implantar su régimen de pobreza.
Lejos de explorar vías como la de la deuda convertible subordinada, que permitiría a los distintos gobiernos socorrer desde un segundo plano a las empresas en dificultades sin okupar sus consejos de administración con el peligro de aprovechar la pandemia para politizarlos, la Unión Europea coge el camino de en medio y lo fía todo a la nacionalización, sin tener en cuenta el negro historial que este tipo de operaciones ha dejado en España o, sin ir más lejos, la indisimulada naturaleza de Unidas Podemos. Porque el socio de gobierno del PSOE es una auténtica excepción, cuando no anomalía, en una Europa en la que domina la moderación. Pablo Iglesias no ha dudado en desestabilizar el tejido empresarial de nuestro país e intimidar a la iniciativa privada con sus amenazas expropiatorias, a partir de la indisimulada tergiversación del texto constitucional. La Unión Europea peca de candidez al confiar su estrategia de nacionalización en las buenas prácticas de quien hasta no hace mucho quitaba el sueño al propio Pedro Sánchez.