Editorial ABC
El margen de error de una curva irreal
Quizá sepamos ya a qué nos enfrentamos, pero no en qué medida
Pese al elevado número de víctimas mortales, asumido ya como sacrificio en una crisis que ha desbordado las capacidades de España, las esperanzadoras cifras difundidas ayer por el Ministerio de Sanidad sobre el avance del Covid-19, menor al de las jornadas precedentes, representa un signo alentador hacia la resolución de la guerra que, con un lenguaje impregnado de terminología militar, el Gobierno libra contra la pandemia. Sin embargo, para derrotar al enemigo al que de forma insistente se refiere el Ejecutivo de Pedro Sánchez, primero hay que localizarlo. Casa por casa. Es ahí donde falla la estrategia desplegada por el Gobierno: sin las pruebas necesarias para detectar y cuantificar el número real de casos positivos, este planteamiento cae por su propio peso. La falta de material sanitario no solo ha puesto en jaque a los profesionales que estos días batallan contra el coronavirus en los hospitales, sino que impide realizar y proyectar un mapa real de la situación actual, base inexcusable sobre la que desarrollar cualquier plan de choque. No es de recibo que el Ejecutivo insista en que esta situación es «cambiante». Es lo que tienen las guerras.
Quizá sepamos ya a qué nos enfrentamos, pero no en qué medida. La extensión real del virus en España es la incógnita que anula cualquier plan de contingencia. La compra por parte del Gobierno de pruebas de detección a una empresa sin licencia, confirmada ayer por la Embajada de China, pone de manifiesto el desconcierto de un departamento cuyos gráficos, curvas y picos tienen un margen de error tan elevado que los inhabilita como croquis para el despliegue y ejecución de cualquier campaña, militar o sanitaria. Generalizar unas pruebas que ni siquiera están disponibles -o que no funcionan- ha de ser el punto de partida para diseñar con rigor la guerra contra este virus.