Editorial ABC

Un Gobierno a la espera de su crisis

Cuando todo el país se está sumando a iniciativas positivas, que unen y animan, Iglesias pidió un poco de plasma para lanzar dos «importantes» mensajes: avalar la cacerolada al Rey y que él es tan importante que se salta la cuarentena

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Cuando se supere la crisis del Covid-19, Pedro Sánchez tendrá que replantearse su coalición de gobierno y su legislatura. Es inviable, política y moralmente, mantener a Pablo Iglesias y a su equipo en el Ejecutivo. Iglesias demostró ayer en su comparecencia que está presente en el Gobierno solo para satisfacer determinadas ambiciones de poder y de ideología, pero no de gobierno. Su estancamiento en discursos rancios de lucha de clases es tan patético como su ausencia de virtudes para ser vicepresidente de un país en guerra sanitaria contra una pandemia de extrema gravedad. La misma pandemia que él, su ministra Irene Montero y su partido banalizaron para no perder los fastos del 8-M, por los que, sin duda, habrá que pedir responsabilidades políticas, también al PSOE. La prioridad de Iglesias es otra. Cuando todo el país se está sumando a iniciativas positivas, que unen y animan, que nos cohesionan como nación, el desleal vicepresidente de Sánchez avala una cacerolada contra la Corona, bajo la excusa de la situación del Rey Juan Carlos.

Iglesias buscó ayer su cuarto de hora de gloria en la gestión de la crisis, pero la imagen que transmitió es que no pinta nada en la dirección política del estado de alarma. Las medidas sociales a las que se refirió ya estaban tomadas por el Gobierno y muchas de ellas corresponden a gobiernos autonómicos. Pidió un poco de plasma y lo tuvo para repetir ese mensaje cansino de la izquierda caduca, que todo lo explica con los mismos argumentos, fallidos y totalitarios, de hace más de un siglo. Habría hecho mejor en guardar la cuarentena, que por segunda vez se ha saltado, por el positivo que dio su pareja, la ministra Irene Montero. No solo es políticamente inane, sino además un mal ejemplo para la ciudadanía. Otras voces, como la del inefable Pablo Echenique, solo confirman que los de Unidas Podemos simplemente están fuera de la realidad.

El problema de Sánchez no se acaba con su socio Iglesias, porque también tiene a la otra parte del Gobierno, la socialista, hecha trizas. No tiene mucho sentido que la coordinadora de los ministerios como vicepresidenta primera, Carmen Calvo, no forme parte del equipo responsable del estado de alarma. Es una postergación muy llamativa, con la que Sánchez va fisurando su Ejeutivo, a duras penas cosido por la generosidad de la oposición y la sociedad española, que ahora dan prioridad a la derrota del Covid-19. Una derrota que llegará, pero con unos costes aún por determinar, superiores, eso sí, a los que habría que haber hecho frente si el Gobierno hubiera actuado antes, como se sabía que había que actuar.

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