Editorial ABC
Feijóo rompe el cordón sanitario
Si hubiera que medir la aportación del Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos al panorama político español es el de un desastre sin paliativos
Las victorias del PNV y del PP en las elecciones vascas y gallegas, respectivamente, han confirmado los vaticinios de las encuestas, pero no son los únicos datos que tendrán que ser analizados con atención. La victoria rotunda y sin matices del PP en Galicia, con Feijóo a la cabeza, no debería despacharse como una cuestión rutinaria, no sólo porque es la cuarta mayoría absoluta de los populares, sino porque se produce con un Gobierno central volcado en la militancia contra el principal partido de la oposición. El éxito del PP gallego -que aumenta un escaño su mayoría actual- es un torpedo en la línea de flotación del discurso de la coalición gubernamental para unificar a la izquierda contra el centro-derecha. Por el contrario, Núñez Feijóo ha doblegado el discurso crispado del PSOE y de Unidas Podemos y, además, ha demostrado que el PP sigue en condiciones de ser la casa común del centro-derecha español. Ni el discurso tremendista de Vox contra Feijóo, ni el giro de Arrimadas en Madrid a favor del Gobierno de Sánchez han hecho mella en la sólida base electoral de los populares.
Los resultados en Galicia son muy negativos para el Gobierno de Sánchez. Los socialistas pasan al tercer puesto y solo logran quince escaños, uno más que en 2016, a pesar de que sus socios podemitas han perdido las catorce actas que obtuvieron hace cuatro años. Unos y otros han sido superados por el BNG, que se nutre de la legitimación política que Sánchez e Iglesias han dado a los partidos separatistas en el concierto político nacional. La reedición del Pacto del Tinell ha fracasado, porque Feijóo será presidente de la Xunta, y porque la izquierda se ha retratado electoralmente con una debilidad política irreversible y extrapolable a otras partes de España.
Giro al radicalismo. La falta de altura política impedirá a Sánchez y a Iglesias aceptar los resultados en Galicia. Iglesias es el responsable del fracaso de su partido y su derrota golpea la estabilidad del Gobierno con el PSOE. Ahora son los socialistas y Unidas Podemos los que deben lidiar con el BNG, porque es su socio de investidura y porque les ha arrebatado el liderazgo de la izquierda gallega. Bildu, por su parte, consuma su blanqueo en el País Vasco. Las lecturas de los resultados son complejas, aunque es evidente que la victoria del PNV, sin ser absoluta, reverdece la hegemonía de esta formación, que ha conseguido presentarse como el partido del «mal menor» ante sectores no nacionalistas, más temerosos de EH Bildu que de un retroceso del voto constitucionalista. Y así ha sucedido. El PNV ha ganado votos y escaños, mientras los socialistas solo ganan un diputado -pese a que Podemos ha perdido cinco- y la lista PP-Ciudadanos no solo no suma, sino que pierde tres de los nueve escaños que obtuvieron los populares con su propia lista. No han sido estos comicios los más propicios para la lista conjunta del centro-derecha constitucionalista, muy lastrado por su confusión estratégica en tiempos pasados frente al PNV y que Carlos Iturgaiz no ha podido deshacer en beneficio del discurso natural del PP. Esta puede ser la explicación a la entrada de Vox en el Parlamento vasco, relacionada con la orfandad ideológica que ha sentido el antiguo votante del PP.
Sánchez recibe en el País Vasco otro revés. Su fracaso alimenta a EH Bildu, que se consolida como segunda fuerza política con más del 27 por ciento de los votos y veintiún escaños. Un partido que debería estar ilegalizado y que no condena el terrorismo de ETA suma más de una cuarta parte de apoyos de los electores vascos. Y, en efecto, ha funcionado la operación de lavado de cara que Sánchez e Iglesias han practicado con EH Bildu. Agradeciendo sus votos y firmando con ellos la derogación de la reforma laboral, por ejemplo, la izquierda ha hecho socio de su espacio político a los herederos de ETA y ha quitado de algunos de sus electores los escrúpulos que pudieran tener para votar a estos proetarras. Urkullu podrá reeditar el pacto con los socialistas en mejores condiciones de fuerza política, no solo en el País Vasco, sino también en Madrid. Su victoria es completa porque los resultados privan a la izquierda -Bildu, Podemos y PSOE- de mayoría absoluta alternativa. Si hubiera que medir la aportación del Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos al panorama político español es el de un desastre sin paliativos. Las mareas de Pablo Iglesias han caído con estrépito y, en su lugar se han reforzados partidos de izquierda separatista, que podrán exigir condiciones más duras para seguir apoyando a Sánchez. Nada ha pasado por casualidad. Este es el fruto que recoge Sánchez, sembrado desde el día en que, para echar a Rajoy, no dudó en aceptar los votos de Bildu.